La fuerza de un pinta labios

 

 

Este texto se escribió en el 2018 en medio de los asesinatos cometidos por Ortega y Murillo contra el pueblo nicaragüense. El próximo domingo se celebran elecciones en Nicaragua, el dictador ha encarcelado a sus opositores y las elecciones se convierten en una farsa ilegítima y no son reconocidas, se publica el texto para recordar, que las dictaduras celebran elecciones sin garantías.    


Arriba, en un cielo limpio de nubes y amenazas, en el pálido azul, los colores del arcoíris cubren el miedo que permanece agazapado bajo la piel, escondido en los pliegues de las arrugas, mimetizado en los cabellos grises, oculto en los sesenta y ocho años de sobresaltos riesgos y alegrías que ella ha vivido en Nicaragua.


Es imposible no tener miedo hoy en Nicaragua. Cientos de muertos, miles de heridos, un número impreciso de detenidos y desaparecidos  certifican el miedo. En este pequeño territorio de Centroamérica, por portar la bandera azul y blanca, la genuina identidad nica, te conviertes en enemigo de la patria, en objetivo de una bala. Ortega y Murillo han ordenado disparar a matar, perseguir, encarcelar, desaparecer. Copian los gestos del dictador, que ellos ayudaron a derrocar cuarenta años atrás, imitan el paredón de los Castro, en Cuba, los asesinatos de Chavez y Maduro en Venezuela.


Desde hace cuatro meses esta mujer cercana a los setenta años se declaró autoconvocada y a pesar del miedo a la violencia de los policías, del terror que causan las turbas armadas, marcha en las calles de Managua junto a miles. Su grito se une al coro que desnuda esta nueva dictadura ¡Ortega y Somoza son la misma cosa!


Marlén Chow sigue los impulsos de las dos corrientes ancestrales impresas en su sangre. Su madre es nicaragüense, miskita, un grupo étnico indígena, matriarcal, descendientes de los chibchas. Su padre es chino.


Dos franjas de agua distintas descubren su horizonte abierto, dos oleajes desiguales terminan su viaje en playas de arenas diferentes. Una es dorada, del  Norte del Caribe, allá en Alamikangban en donde nació y la otra es oscura y volcánica, la de la laguna de Tiscapa en Managua, a donde llegó antes de los veinte años a estudiar sociología.


Tropezó con dos dictaduras y ha tenido la obligación de desafiarlas a ambas. La primera a comienzos de su juventud. El dictador de ese momento era Anastasio Somoza. La segunda dictadura la alcanza en esa raya oblicua de los setenta años. El dictador de hoy es Daniel Ortega.


Enfrentar el miedo es una labor ordinaria  y obligada en este ejercicio de resistencia pacífica, no hay tareas menores. Pequeñas acciones se convierten en proezas, personajes anónimos realizan hazañas y se convierten en héroes sin nombre. Ella misma se convirtió sin pensarlo, obligada por las circunstancias,  en un símbolo de resistencia femenina y pacífica.


El 14 de octubre, Chow está nuevamente en las calles, exige junto a miles de autoconvocados en Camino de Oriente, Managua, la libertad de los presos políticos. Aparecen las turbas armadas del Frente Sandinista y se inician los disparos, llueven bombas lacrimógenas. Intenta escapar, pierde el sentido de orientación y su carrera la lleva al inicio de una subida imposible de escalar para el conjunto de sus años, el aire no le alcanza, le fallan las piernas, le faltan pasos. La detienen.


Junto a decenas de mujeres la llevan al cuartel de policía. Marlén Chow  sabe que no debe y tampoco quiere presentarse vencida ante el enemigo, la cárcel no es derrota y antes que nada es mujer. Conserva aún su lápiz labial, se pinta los labios de rojo y lo entrega a las otras prisioneras, es una fórmula oculta contra el desánimo, una venganza contra sus opresores y la bandera roja y negra que los identifica. 


Un oficial de policía, con la insolencia que otorgan las armas, con el desprecio que el poder confiere, pregunta de qué partido son y quien les paga para manifestarse contra el gobierno. Marlén Chow contesta. -Soy de la Asociación de mujeres Nicaragüenses Pico Rojo-.


Desde un celular anónimo se transmite la respuesta, se viraliza. Labios encendidos en rojo, de mujeres y de hombres alrededor del mundo, incluso, de personajes públicos reconocidos, se toman las redes sociales y exigen la libertad de los presos políticos de Nicaragua, el cese de los asesinatos y la renuncia de Ortega.


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