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Mostrando las entradas de mayo, 2020

Confesión

En el contorno de tus piernas descubro que existe un miedo aún más temible que la amenaza de la muerte, un sobresalto que jamás había sentido, un susto que conduce al detestable despeñadero de mi cobardía. El temor me paraliza, la incertidumbre me domina, el espanto no me permite romper el círculo de fuego que me cerca y permanezco a tu lado en estado de deslumbramiento, sin poder pronunciar una palabra. En mi ombligo se desatan intensos remolinos, el aire me falta y lo único que me calma es mirarte, contemplarte en silencio, permanecer en tu presencia y respirar el indiscutible aroma que no puedes impedir y que está asociado a tu nombre. El vago perfume que te envuelve y yo percibo más allá de los sentidos, desde el instinto, con una intensidad inusitada, me permite sostenerme en el filo de una entereza sin reposo. El camino de regreso a la calma es esquivo, filosos cuchillos me impiden encontrar la serenidad perdida, enormes dificultades imposibilitan volver al anhelado sosiego y me

Mayo 28

Mi soledad. Tu soledad. La soledad de todos, bajo la cruel dictadura de un cielo indolente, teñido con tenues trazos de mentiras.

Tres campanadas

La campana de la iglesia apagó el sonido de los tres disparos que con extraordinaria sincronía impactaron en el cuerpo de Francisco Pernía obligándolo a enfrentarse a una muerte tan violenta como inesperada, justo ahora que se despejaban los cielos, que se evanescían las sombras de la derrota y se anunciaban triunfos hasta ahora ocultos entre dramas personales y ajenos, su sino de fracaso lo enterraba, ganaba nuevamente la partida el infortunio. Yo lo encontré tendido sobre la acera braceando a contra corriente en las oscuras aguas de la muerte y asistí a su último esfuerzo por recuperar el aliento antes de hundirse en esas profundidades de las que no podrá salir jamás. En los intervalos de la asfixia, enfadado contra la agonía que se lo llevaba contra su voluntad, logró articular algunas palabras, componer un nombre. Una primera cita que terminó en cama ajena pero sin derecho a desayuno me obligó a cruzarme a las tres de la madrugada con Francisco Pernía, yo venía de celebra

Testimonio

Testimonio El 19 de abril se exhibieron desnudas las imposturas, quedaron al descubierto las falsas costuras de la bonanza en Nicaragua. Millones de ojos atónitos fueron testigos de los asesinatos de setenta y seis nicaragüenses, que inocentes levantaron como escudo insuficiente la bandera nacional. En el 2018 ya no pudimos almacenar más temor, ni soportar las amenazas de las turbas armadas. Hemos roto finalmente con la desesperanza, con el vacío de silencio y miedo que durante años Ortega nos ha impuesto como única conducta posible. Con motivos suficientes el pasado 19 de abril salimos a la calle y levantamos una sola voz para desconocer el abuso de una nueva ley, nos unimos en esta cívica desobediencia los ciudadanos, trabajadores, estudiantes, empresarios, campesinos. Juntos como nunca antes contra un aumento más del costo de la vida. Apostados en la calle la Policía Nacional, la juventud sandinista y las turbas oficialistas, esos fanáticos feroces que empuñando armas defienden la

La esquina de la vergüenza

A mi amigo Vires. En Chile los peatones tienen una particular forma de interactuar con los autos, él seguramente lo sabe. Cruza en la esquina con un desprecio absoluto por las  normas, su conducta es arriesgada e ignorante. Su comportamiento es producto de un pensamiento infundado: él cree que las calles le pertenecen al peatón, que los autos han invadido la vía pública e impuesto sus términos a la fuerza y son en definitiva una causa de muerte que incrementa las estadísticas cada año.  Desconoce las leyes de tránsito, los deberes de los conductores y las obligaciones de los peatones. Cree que las autoridades deben proteger a los transeúntes indefensos y las leyes imponer a los conductores la pena de eliminar su licencia ante cualquier eventualidad que signifique poner en riesgo al caminante y en un cambalache inesperado convertirlos en peatones de por vida. Él es un extremista inconsciente y no lo sabe. La insistente y chocante corneta de un automóvil le advierte del pelig

Un dolor único

Sus ojos eran de un color incierto, intuyo que el color variaba según la temperatura de su cuerpo. Amanda me miraba algunas veces desde las chispas encendidas del ámbar y otras, desde el verde profundo, desde la transparencia oscura de una botella antigua. Nunca supe en realidad a que se debía esa extraordinaria conjunción de transparencias, a cuál condición de cromosomas respondía el intenso brillo tornasolado de sus pupilas. En mi absoluta ignorancia desconozco porque el yugo de la última hora me eligió para cerrar sus ojos. En el momento que mi mano izquierda bajó sus párpados entré a la noche, a las sombras, al lado oscuro de un espejo en donde se arrincona el futuro sin esperanza. Debo decir que la ausencia de Amanda me anula. El trinquete de amarre, la hebilla de acero que sostuvo mis sueños se reventó en el momento que bese sus ojos apagados. Mis pasos tomaron el rumbo de los abismos y entraron al torbellino de los entierros, desde ese momento permanezco oculto en el dolor

Regreso de esa esquina

Regreso de esa esquina que corta la vida abruptamente y se pierde en el olvido. Famélicos hurgan en el vacío posibles salidas. El momento duele hasta en la sombra.

Dormir. Soñar. Imaginar

“Avanza con pasos firmes, sin tregua, un Kipá corona su cabeza y lo identifica. Envuelto en brumas apenas se distingue su rostro hermético a punto de esfumarse, parece la imagen de un sueño, pero es real y con sobrada determinación se acerca al hechicero quien aviva en cuclillas un fuego con esmero. Sin saludar siquiera inicia una monserga eterna”. Al finalizar de leer estas líneas aparta la vista del ordenador portátil y con los ojos cerrados hace el intento de reconstruir el instante, de visualizarlo. Es un lector voraz, capaz de comparar y responder complejas teorías filosóficas, o textos científicos abrumadores, siempre que permitan seguir un marco referencial de conceptos pre establecidos de antemano. Su memoria es impecable y puede cruzar y comparar sin ningún problema el universo de información que posee, pero no puede entender muchas de las imágenes que utilizan los escritores de ficción y tiene que detenerse, pensarlas con detenimiento e intentar reproducirlas, lo que sign

La puerta

Se detuvo ante la puerta cerrada como quien se detiene estupefacto ante su propio cadalso. Llegó hasta aquí para cumplir con una obligación. En el mismo momento que aceptó el compromiso se arrepintió, pero en vez de enmendar ese fallo, reaccionar de inmediato y sobreponerse a la debilidad momentánea con entereza, con la confianza de tener las herramientas necesarias para construir su futuro, ella decidió buscar justificaciones para cumplir con la palabra empeñada, razonó sin convicción algunos argumentos y agregó un peso que no les corresponde, valoró y endulzó su sacrificio bajo el pretexto de actuar movida por supremos intereses y entretuvo y engañó al tiempo para retrasar lo inevitable. Pero la fecha se ha cumplido, el momento ha llegado y se encuentra paralizada delante de la puerta sin atreverse a trasponer la última frontera que la separa de sus apellidos. Sola, en silencio, sin otro apoyo que sus convicciones, reconoce que ya no puede postergar su decisión, pone en duda la vali

Consulta extraordinaria

Al trasponer la puerta del edificio en donde vivo un hombre joven se cruzó en mi camino, me miró directamente a los ojos y en completo silencio me entrego un sobre cerrado y siguió con pasos firmes sin volver la vista. La escueta comunicación está dirigida a mí, apenas cuenta cuatro líneas, está ausente la cortesía y en ella solicita mi presencia a una reunión esa misma tarde. Se me aconseja llevar mis libros de consulta, y aseguran que mis servicios serán compensados generosamente. La curiosidad y la posibilidad de obtener un dinero extra son siempre poderosos incentivos, y me empujan a cumplir con esta inusual invitación recibida en las puertas del edificio en donde vivo de manos de un extraño. Llegué puntual a la cita e inmediatamente fui conducido por pasillos alfombrados a un salón poco iluminado. En butacones de altos respaldos estaban instalados dos hombres y una mujer desconocidos. Los tres se mantenían ensimismados detrás de sus pensamientos y ni siquiera notaron mi pr