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Mostrando las entradas de abril, 2021

Yo te creo!!

Yo te creo. Y  sí me equivoco al creerte con los ojos cerrados... Y sí parece un juego y  es otra diversión siniestra entre las redes... Y sí después de tantas verdades una mentira crece entre silencios... Y sí esa mentira señala con desprecio a un inocente... Y sí esa mentira detestable acusa indebidamente... Y sí esa odiosa mentira juzga injustamente... Y si envuelto en esa pequeña mentira se esconde el odio y otras perversiones... Y sí yo, finalmente, en ese afán de brillar con un silbido de pájaro ausente repito imprudente la mentira... Y si por mi causa la muerte  la injusta muerte se presenta y toca a las puertas del inocente... Yo soy culpable de invocar la muerte y también de otras horribles menudencias.

Esa inolvidable primera vez

Desde muy pequeño la noble tarea de hacer los mandados me correspondió, no soy el  mayor de los hermanos, pero me tocó ser el varón y con esa condición se me otorgó la responsabilidad de las compras menores. Al hacer las compras accedí desde muy pequeño al universo de caminos y posibilidades que ofrece un mundo que gira sobre un eje de normas distintas más allá de la puerta de mi casa. Con esa obligación también obtuve la libertad de mirar a los ojos, desde mi pequeña estatura, a todo aquel con quien me encuentro y puedo intentar adivinar a donde lo llevan sus pasos y también, jugar a descubrir el conjunto de casualidades e imprevistos que se desencadenaron y nos hicieron converger a esta hora determinada en este lado de la calle.  En cada una de las salidas, en cada oportunidad de escapar a ese mundo imprevisible que es la calle, mi reto es poner en práctica las nociones de lo bueno y de lo malo sin un tutor al lado, aprendí pronto a ser responsable de mi vida ante el peligro y cuidar

Una tarde con Amalia

  Con cierto temor me detengo frente al caserón de paredes blancas, la vieja construcción luce tercas costras negadas a maquillajes superficiales y exigen soluciones verdaderas y definitivas contra los despiadados ataques de las lluvias, del salitre y de la fuerza demoledora del viento. Estoy a punto de seguir de largo, reconozco que el miedo es un pésimo compañero, pero un susto espeso se me pegó a la piel desde el mismo momento en que Amalia batió alas, me miró con sus brillantes ojos de miel y me pidió estudiar juntos para la próxima prueba.   Ya en la puerta y con las piernas de gelatina golpeo la aldaba de bronce, es un acto tímido y sin fuerza que apenas deja oír una queja apagada y obligado por ese primer intento fallido, vuelvo a golpear, pero esta vez con tanta fuerza que un estrépito retumba hasta en las casas vecinas y me avergüenza el abuso y mi torpeza.   Amalia abre la puerta, me hace entrar y caminamos juntos en silencio,  el oscuro pasillo se alumbra con la sonrisa que

Un empleo perfecto

  He descubierto que con tres únicas palabras puedo definir mis treinta y cinco años de vida:  Abismo. Desastre. Ignorancia. Es posible que muchos no lo acepten, que no entiendan, e incluso que crean que es una temeridad de mi parte afirmar que con apenas tres palabras yo pueda definir treinta y cinco años de vida, y por esa razón me permito contar mi historia. Recuerdo que recién había cumplido diez años, que había iniciado el cuarto grado de educación primaria, que despedí a mi padre y desde la puerta de la casa lo vi alejarse rumbo a su trabajo y que no regresó jamás, se perdió en una de las tantas calles de la ciudad y ya no pudo encontrar el camino de regreso. Se lo tragó una esquina y no volvió.  Esa primera semana no fui a clases y sobreviví comiendo sándwiches de atún que yo mismo preparaba. Mi madre, en cambio, caminaba por la casa sin poder encontrar la salida, se quedó encerrada en el círculo oscuro de la desesperación, al borde de la locura. Ella logró mantenerse bebiendo c

Jugando con las nubes

  Con las dos manos aferradas al volante y los cinco sentidos en estado de alerta inicio este viaje, la ruta es incierta pero he trazado el rumbo sobre un legítimo mapa de carreteras e imprevistos, mi meta es ambiciosamente ambigua, ya que no se trata de  llegar a un destino específico, a un lugar determinado, a un punto poblado en esta difícil geografía de soledades inciertas, este es un viaje motivado por la búsqueda.   Atravieso la Patagonia en un intento por encontrar entre dilemas una idea que ha logrado escabullirse entre las sombras de mis necesidades inmediatas, es un pensamiento tímido, una imagen difusa que intento alumbrar con la lámpara prestada de los fulgores de este cielo, un cielo poblado de nubes caprichosamente refractarias, que puede ayudarme a encontrar la idea perdida.   Amanece, el sol abre con esplendor este día, impresionantes destellos ocres y dorados se difuminan en el firmamento, un chorro de luz despedaza una nube y la envuelve con los rojos y morados chispe

No sé lo que vi

  Bajé del auto temblando de miedo, caminé entre las sombras de la medianoche los pocos metros que me separaban del bar y entré sin mirar a nadie, sonaron doce campanadas desde la torre de la iglesia y el pueblo siguió durmiendo sin sobresaltos. Me senté bajo la luz amarilla de una lámpara y pedí una botella de ron Pampero, un “Caballito Frenao” y también un vaso corto, de vidrio. En ese momento recordé, que en las funerarias sirven un dedo de ron en pequeños vasos plásticos para brindar por los muertos y el miedo apareció una vez más. Revivo los sucesos terribles que acabo de atravesar sin llegar a comprenderlos totalmente. Quité los sellos originales, abrí la botella recién llegada y con mano temblorosa llené el vaso hasta más allá de la mitad, de inmediato y sin pensarlo me empujé casi sin respirar tres buenos tragos de ron. Un anciano, único cliente a esa hora se me acercó, se sentó con toda confianza a mi lado y dijo. -Parece que acaba de ver un espanto el amigo-. -No sé lo que vi

La ausencia es mala consejera

    Los retazos de una vieja melodía triste y dolida rompe y desgarra como sólo puede hacerlo una pérdida irreparable y total. Las melancólicas estrofas se anudan en mis labios y se amarran al pensamiento  con los espesos hilos de los recuerdos. Repito las estrofas intentando seguir la melodía que ha guardado mi memoria y hoy en un juego del inconsciente las recuerdo y repito como autómata. Consigo entonar la canción en un murmullo con más pena y sufrimiento que ritmo. Con un agudo dolor, crucificado en la pasión, masticando sufrimientos y olvidos, canto, y las notas me lastiman. Dos gardenias para ti con ellas quiero decir te quiero…. ............. y si un atardecer las gardenias de mi amor se mueren es por que han adivinado que tu amor se ha terminado… .......... Mientras canto encerrado en mi tristeza la miro detenidamente y entiendo que ella se pierde, se abandona en un abismo sin fe encerrada en una noche última de piedra y cal. No me deja saber sus razones y con un silencio testa

En busca de respuestas

  Busco respuestas ante la terrible situación que me tocó vivir y que encuentro inaceptable, no me corresponde este castigo. Obligado por la circunstancia de una partida inesperada, de una separación no compartida, de un final atroz, empujado con violencia al más absoluto de los desamparos, investigo el concepto de la muerte.  Me he intoxicado de lecturas y repito de memoria un pasaje, quizás es de la Ilíada, pero ese detalle importa poco, lo verdaderamente importante es que en ese pasaje me reflejo. En fin, he decidido apropiarme de esa exclamación desesperada y la hago mía: “Malditos los tiempos en que son los padres quienes preparan los funerales de los hijos y no al contrario” Yo mantengo mi fe y no reniego de ella ni tampoco del Dios en el que creo, pero me veo obligado a explorar otros credos forzado por el peso de este enorme vacío, de este desasosiego que amenaza con tragarme, de la desesperación que no encuentra orden ni camino posibles y me domina. Me dedico a explorar otras