Palabra Franca

  Avanzo con paso familiar a la encrucijada próxima, llegaré una madrugada sin equipaje con el peso de la luna sobre la espalda. Y es tanto lo vivido, tantos los años, que me pierdo en la cuenta. Tanta la distancia de fronteras inflexibles, que olvido las ciudades y el color de sus cielos. Tanto zapato roto en el trayecto, tanto olvido voluntario dejado en el camino. Y para mi sorpresa,  en el espejo de esta tarde  se refleja alucinado todo mi cariño intacto.

  En esta noche íngrima de anuncios inconclusos el ojo de la luna me acusa. Cargo culpas  enredadas en ficciones  de futuros inciertos. Ya no trazo rumbos sobre mapas de estrellas fugaces, ni diseño estrategias desleales. Voy a la desesperada y sin engaños, a fin de cuentas ¡soy un villano! uno más.

Los astros señalan en la punta del sur a un toro manso que embebido  contempla  a Venus y en esa noche sin fecha se constelaron tus ojos en este universo mio, desde entonces permaneces  doblemente repetida en los espejos y en los cielos, iluminando el camino.

Conozco de memoria estas calles  y puntual, cada día,  las recorro,  reconozco la esquina del peligro y el amable portal que te resguarda. Entre las ramas de los árboles intento descubrir  una pista del futuro y fallo en el intento.  Regreso a los recuerdos:  a sus colores de penas y alegrías a viejos entusiasmos. Recorro estas calles  que conozco de memoria, avanzo sin prisas,  con el afán del porvenir y el peso de mis errores.

En un mes incierto, sobre una mesa de piedra y sin mantel, en el silencio que envuelve esta noche desordenada, noche que ilumina la luna creciente y el último destello de una estrella solitaria, ofrezco mis manos  cruzadas por las líneas  del misterio, para tus ojos brujos de gata en celo.