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Mostrando las entradas de abril, 2019

Un hombre marcado

Un hombre marcado  Estoy convencido que detrás de las esquinas se esconde el asombro de los sobresaltos, en esa grieta que se abre justo al final de la calle, en ese resquicio que se oculta de miradas inocentes, emboscadas, las sorpresas indiscretas esperan a los transeúntes desprevenidos y los atacan. Mido con el centímetro del miedo cada paso que me acerca al destino inaudito que me espera embozado detrás de un recodo, calculo los riesgos, pero es un ejercicio inútil, porque sin importar el resultado de mis complicadas operaciones, sigo adelante y con paso vacilante avanzo, incluso, en medio de la asfixia que me ataca de  continuo. Al aproximarme a los bordes filosos de esos ángulos en donde desaparece la calle me lleno de sospechas y es inevitable sentir un temblor que recorre mi espina dorsal y acto seguido me falta oxígeno, tomo bocanadas de aire y aun así la sensación de ahogo persiste y únicamente desaparece en el momento que cruzo el incómodo vértice  y el horizonte se ilumina

Una obstinada justificación

Con la edad desaparecen los recuerdos y también las utopías: esas extravagantes ideas de victorias inauditas, de grandes conquistas,   de sublimes enfrentamientos contra sombras demoledoras, de batallas extenuantes contra emisarios malignos que obligan tareas titánicas. Alguna vez pensé que mi nombre estaría  asociado al triunfo y estuve cerca de lograrlo, pero un detalle menor, una palabra ajena, un gesto equívoco espantó los triunfos y los llevó a espinosas fronteras inalcanzables y mi vida se convirtió en una fatigosa y agobiante rutina. Mi sueño de éxito se extravió en una cadena interminable de derrotas. El peso del fracaso es el complemento inexacto que  acompaña mis pasos, esas piruetas inseguras dejan una huella difusa en la superficie. Finalmente, un día cualquiera, sin fecha grabada en la historia se borrará mi nombre junto con mis huesos en estos suburbios marginales, en este subterráneo donde decido refugiarme, en donde me escondo de la tiranía que me persi

Encuentro y tropiezo

Yo la miraba pasar cada mañana en silencio y la pescaba en las tardes a su regreso. Esperaba una señal, una oportunidad,  que no me enfrentara al castigo del fracaso. Sin dirección, sin norte, me había quedado estacionado en esa calle, y las aventuras que alguna vez alimenté, de dejar mis huellas en el extranjero, no lograban traspasar el límite de mis sienes. Mis pasos no cruzaban la frontera de esas cuatro calles, en donde pequeños edificios se enfrentaban en silencio contra el hambre de los centros comerciales, en  una lucha sin cuartel, en un intento desesperado de no sucumbir a la voracidad del consumo y las ganancias. Esa mañana ella cruzó la esquina a la misma hora de siempre, yo esperaba como todos los días para verla pasar, esta vez,   una brisa suave se coló entre las columnas de los edificios negados al futuro y borró la terca lágrima, que persistía colgada en el falso equilibrio entre sus pestañas y sus ojos de mar, más brillantes que de costumbre. Su perturbaci

El peso de los recuerdos en la mirada del migrante

Desde niño la estación de tren fue mi lugar favorito, crecí entre sus corredores, sus túneles imprevistos, sus obligados pasos subterráneos. Me escurría por su estricta geometría iluminada con candilejas dispuestas en orden simétrico y caminaba con paso seguro entre desconocidos que perseguían el último minuto y sin poder alcanzarlo lo veian desvanecerse entre el murmullo de la multitud. En ese tiempo intenté sin éxito convertirme en viajero, pero algo me faltó siempre y nunca pude verme como ellos, me conformé entonces con imitarlos.  Simulaba los pasos frenéticos de estos fantasmas en tránsito, que sin razón alguna, por puro instinto, eludían los ángulos y atravesaban en línea recta su destino sin siquiera dejar huella, poblaban los pasillos en horarios irracionales y avanzaban con el impulso repentino de prisas inusuales. En ese tiempo se me hizo imposible transformarme en viajero. Algo fallaba en la actitud, un detalle en la conducta, un nudo de arraigo me descubría y siempre fui

Último encuentro

Para metamorfosis: Nos invitó a escribir un texto muerto con su magnífico relato “La Peste” publicado en Ríos de Tinta. Mi último encuentro con Teresa fue tan  sorprendente como inesperado. Al verme se cruzó de brazos y pronunció unas palabras que no pude oír, en ese momento un trueno reventó el cielo, el rayo que atravesó las gruesas nubes grises, se confundió con el intenso brillo de sus ojos, esas chispas de rabia me crucificaron, me obligaron a guardar silencio, a mantener la distancia y me dejaron saber que habíamos terminado. Desconozco la razón de esa decisión, pero la repulsión, el asco que mostró ante mi presencia, eran síntomas inequívocos de una ruptura inevitable y permanente. Se volvió de espaldas y se marchó envuelta en vientos amenazadores. Caminé bajo el aguacero y llegué a mi casa apaleado por las furiosas gotas de lluvia, roto, acuchillado por la fiereza de los ojos de Teresa, destrozado por sus gestos, destruido por la certeza de no tenerla nunca

Calamidad

No hay agua, ni una gota para lavar las penas. Corre un río de lágrimas. No hay luz con que alumbrar la noche que nos imponen. Repiten la rutina de mentiras. A paso corto, menudo, medido a milímetro. Se abre paso la esperanza. Entre la pena y la mentira avanza.  

La palabra que sana

Yo recibo tu saludo. Tu cálida palabra desde las sombras y el miedo. Desde la inquietud de los rincones donde nos ha empujado el dictador: que envenena los mares y nos separa. Oxida el aire y la sangre. Reparte pólvora. Mezquino oculta medicinas. ¡Impone la muerte! ¡Instala mentiras! Tu sólida palabra, tu saludo solidario cruza las estaciones logra evadir las fronteras, los uniformes y llega preciso como el canto del gallo. Llega a la hora de los abismos. Tu saludo enfrenta al desencanto y levanta la esperanza que espanta al desaliento.