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Mostrando las entradas de septiembre, 2021

Julia

  Frecuento un café en la calle Santa Lucía, quiero creer, que en ese punto geográfico, en las coordenadas en que se localiza este pequeño local, existe  un sorprendente centro de energía que atrae a personas singulares. Para mí, siempre será el Café Insólito, aunque el local lleva otro nombre. En este extraordinario lugar encontré a Julia.   Lo primero que debo decir, es que la calle Santa Lucía ha logrado con éxito enfrentar el avance del progreso y no ha desaparecido engullida por la voracidad del hormigón, el concreto y el asfalto. Milagrosamente permanecen en pie los centenarios algarrobos y las acacias, estos árboles  en verano se llenan de chicharras y con sus  timbales, su estridente llamado para aparearse y reproducirse, nos recuerdan la urgencia de la vida, esa misma urgencia por vivir con inusitada intensidad que impulsa a Julia.  Cuando entré al café ya Julia estaba adentro, de inmediato llamaron mi atención su juventud y algunos rasgos interesantes en  su rostro, rasgos pe

Un motivo -2017-

Los cuarenta años de desencantos continuos, el desánimo que causa no tener razones para dar el próximo paso, el hastío asfixiante de las  horas, el atroz silencio que arrastran las agujas de los relojes y el inesperado augurio de una gitana me obligan a salir esta tarde a encontrarme con mi destino. Ayer, en la esquina de la Glorieta, tropecé con una quiromántica, me envolvió con su desconcertante alegría, me hipnotizó con sus ojos verdes de vaticinar diluvios y en un descuido tomó mis manos que desnudaron para ella mi futuro, mis manos de dedos largos y huesudos, de pronunciadas coyunturas, de uñas cuadradas y cuidadas, quedaron  expuestas ante su mirada iluminada de presentimientos. En un instante estudió las líneas indefensas que cruzan incoherentes por las palmas de mis manos y sintió mis temores escurrirse por los poros. Al liberarlas de su examen minucioso, exclamó con voz prestada de oráculo de feria ¡Ay mi alma! El destino te está esperando en las ramblas. Antes de desaparecer

La ilusión de los espejos -2018-

  Desde el día que comencé a ganar un sueldo y pude  pagar mi libertad, esa efímera ilusión, esa sensación gratificante de autonomía, me permito vivir sin ninguna compañía. Vivo  solo, en un intento por evitar que alguien enturbie mi armonía. Hasta ahora he logrado con determinación escapar del ancla del matrimonio, con cierta obstinación le huyo a ese compromiso que considero limita mis posibilidades de éxito. He pensado seriamente en mantener el estrecho margen de libertad que la soltería me permite, aprovechar sus innumerables ventajas y evadir las incontables obligaciones, las crecientes imposiciones que acompañan a una relación estable, esos deberes que se transforman inevitablemente, con el paso del tiempo, en un peso, en  una carga imposible de llevar y que genera la forzosa servidumbre a la pareja, en definitiva, la condena a la libertad. Pero los acontecimientos de las últimas horas me obligan a cambiar radicalmente esos pensamientos y a pesar de los múltiples contratiempos y

Héroe

Alejandro quiere ser recordado y reconocido como un héroe, pero él nunca ha tenido la oportunidad de enfrentarse a un verdadero peligro, su vida jamás ha estado en riesgo y aún así, como muchos otros hombres, él cree contar con el valor suficiente para desafiar cualquier amenaza. Los compromisos laborales y los horarios de estricto cumplimiento copan su tiempo y conspiran contra su deseo de ser el héroe que imagina. Sus días son el triste resultado de una aburrida sucesión de acontecimientos sin importancia. Cada mañana, al cerrar la puerta de su casa, alimenta la esperanza de encontrar en la calle la oportunidad de mostrar su valor, su arrojo, su determinación. Se imagina venciendo el miedo, enfrentando el peligro. La vida en un hilo y la muerte un suspiro.  Alejandro afirma con certeza, que la implacable rutina a la que está sometido le impide realizar su sueño de convertirse en héroe. Encerrado en esa amplia oficina de contabilidad, el mayor peligro que enfrenta es el de equivocarse

El revés de los dados

  Lobo camina con paso gastado sobre esta noche nubosa y sin luna, atraviesa de memoria por calles estrechas, esconde la lumbre del cigarrillo en el hueco de su mano, la navaja automática, de acero afilado, en uno de sus bolsillos y en el fondo de la mirada sus intenciones. No se permite una sonrisa, una alegría. Su pensamiento desborda resentimiento y rabia, un odio espeso le enturbia el futuro, ensucia las mañanas y le come el hígado. La cabeza en alto, la mirada al acecho, con el cigarrillo escondido en el hueco de la mano, Lobo le da una intensa chupada y sin detenerse, sin cambiar de paso, pegado a las paredes, bajo los interrumpidos aleros de los edificios continua su rumbo, su impostergable cita con su sino. Conoce perfectamente el camino y su destino. A esta hora Cristóbal Valenzuela festeja su efímera victoria en el El Castillo de Aragón, un oscuro bar del puerto. Se le calienta la sangre en las venas, el corazón bombea con más fuerza rencor, siente que se asfixia al recordar

Un domingo diferente

  El domingo encontró a Ricardo Contreras en pijama y sin cepillarse los dientes. Como cada domingo, Ricardo pretende cumplir con la rutina de vagar por su departamento sin acercarse siquiera una sola vez a las ventanas, olvidar por un día la intensidad que llevan a cuestas las personas en la calle, intenta encontrarse en el silencio de su departamento. Meticuloso, destina estas horas en revisar el periódico, quiere encerrarse en su casa, alejarse de las calles, escapar del castigo que implica encontrarse con algún conocido y forzar una sonrisa, un incómodo saludo, la obligación de un gesto y tener que inventar compromisos para huidas desesperadas. Inicia la lectura de su periódico como de costumbre y en la página de  los obituarios lo espera Alejandro Ontiveros, para romper con su rutina de los domingos. Impredecibles acontecimientos lo fustigan y obligan la  decisión de encontrarse por última vez con su  amigo. Los recuerdos son inevitables, el pasado se hace dueño del momento y no t