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Mostrando las entradas de junio, 2021

El consejo de la abuela

A las hijas de mis sobrinas, que recién comienzan a viajar en tren.   Un hombre aparece en la puerta del vagón y su perfume se expande por todos los rincones, la brisa cargada de colores cogidos al vuelo y lavados en hilos de agua helada, en los desfiladeros de la montaña, ayuda a que todos perciban el olor. Los pasajeros repartidos en los asientos, con sus pertenencias ya ordenadas, respiran el aroma que despide el hombre y levantan la vista de sus asuntos para mirarlo. Ella se paraliza, hace acopio de todas las normas de comportamiento aprendidas en su casa para no sucumbir ante el nocivo deseo de mirar al desconocido. Se mantiene intacta, con la mirada fija detrás del ventanal observa el intenso ajetreo sobre la plataforma del tren. Ella considera que las despedidas son un acto íntimo y para no convertirse en testigo de los excesos de los adioses, cierra los ojos y se niega a observar las despedidas ajenas, que se repiten con terca insistencia sobre el andén. La verdad, es que manti

El camino, los caminos

  A mi sobrino Andros. Él sabe con estricto rigor que cada uno de sus actos genera incertidumbre. Sus acciones lo llevan a un nuevo camino que lo espera con la impaciencia de las aventuras por vivir. Un nuevo reto del todo desconocido, un evento extraordinario que ya no lo asombra, que es parte de su rutina y como en un juego de ajedrez, eterno y único, los hechos lo llevan a transitar por senderos desconocidos. Estos caminos son muchas veces intransigentes, otras complacientes y pocas, decididamente, amables. Debe de ser así, porque los senderos que se abren como respuesta de sus actos se encuentran bajo el yugo de la incógnita y la duda.  Él avanza por esos caminos sin aspiraciones, sopesando a cada paso la posibilidad del triunfo y la derrota. Se niega a la posibilidad de mantenerse en un único camino y ante cada encrucijada, siempre con dudas, toma la nueva opción que se le presenta sin detenerse ante las imposiciones o los obstáculos. Intenta salvar las dificultades con argucias y

Un recuerdo, una canción, una culpa

  En la radio revienta la voz de un cantante que arrastra piedras en la garganta y entona las letras de una canción inesperada, con la fuerza de la sangre revuelta. “Una señal del destino. No me canso, no me rindo, Yo no me doy por vencido” Esas tres exclamaciones pueden ser perfectamente el himno que me identifica, por absurdo que parezca, esas estrofas me dibujan y las hago mías de inmediato. Los acordes y la letra de esta canción percutan los resortes del pasado y se dispara un recuerdo oblicuo, que me atropella. Soy una hija abandonada, mi padre, sin razón alguna, desapareció al cumplir los diez años y nos dejó solas. Yo sufro por mi madre y cargo por ambas todo el peso del rencor. Ella, mi madre, dedicada a sus obligaciones con la casa, con su esposo, nunca casquivana, era el faro de la familia. Recibió como recompensa de sus continuos esfuerzos la estocada del repudio. Esa fuga de silencios intenta empujarla al precipicio de los desamparados, pero contra la ofensa del desprecio p

Por los pelos

  Esta tarde las señales de peligro se filtran con obstinada insistencia frente a mis ojos, los indicios del riesgo que me amenaza se cuelan entre nubes, pero son tenues vestigios de alerta y pasan inadvertidos, se confunden  con el constante barullo de la calle.  Las pistas aparecen y rasgan los velos, pero aun así, esas manifestaciones me son ajenas, reconozco que carezco de intuición. Sigo adelante despreocupadamente sin prestar atención a los signos que anuncian dificultades, tropiezos. Son muchas las señales, sobre todo, porque vivo en Caracas y Caracas se ha convertido en la capital del caos, según lo que afirma la prensa internacional, enemiga del gobierno.   Inocente ante este pavoroso e imprevisible futuro que me espera, literalmente a la vuelta de la esquina, en donde mis huesos se colgarán peligrosamente en el vórtice de un trapecio y le darán un giro inesperado a esta tarde, sin saberlo, llegaré a límites impensados y únicamente el acopio de la serenidad me permitirá salir

Revista Literaria Anuket

https://lektu.com/l/editorial-anuket/revista-literaria-anuket-junio2021/18069?af=ghp

Piedra Blanca

  A mi prima Coromoto Luces de Salazar y su fervor por Santo Domingo de Guzmán En tiempos remotos y de olvido, Piedra Blanca fue un caserío de indios, un asentamiento de indios Caribe, que amenazados por el paso de un caudillo que quiso llevarlos a una guerra suicida,  abandonaron los bohíos de palma, el rancherio, los fogones y se hicieron sombra en la noche, Desaparecieron.  Con el tiempo nuevamente se poblaron las tierras y al amparo de la democracia, Piedra Blanca se convirtió en pueblo: con iglesia y campanario y su santo patrono, Santo Domingo de Guzmán. Con plaza Bolivar y estátua, con panadería y bodega, ferretería y quincalla. Con escuelas y dispensario, con botica y bar. Y agua que sale directo de la pluma, y corriente eléctrica y teléfono.  El cerro La Maravilla contiene los vientos que libres y sin freno atraviesan la sabana y amenazan con llevarse los techos de las casas de Piedra Blanca, el cerro también obliga al río a contener su furia y lo encausa por lechos amables y

Sobre las pistas

  La brisa que sopla despedidas inusuales desde las montañas me dejó los ojos volados de asombro, sin saber a donde ir, como si yo fuera un extranjero perdido en tierras extrañas y desconocidas. Ella ni siquiera dejó el rastro de su perfume para poder seguirlo. Se convirtió en humo evasivo, se hizo invisible, se transformó en suave brisa de la tarde y desapareció. Con la intención de encontrarla retomé antiguas costumbres, regresé a la práctica de viejos ritos que me fueron revelados en secreto por mis antepasados y me mantuve fiel al juramento de utilizarlos únicamente para hacer el bien.    Incapaz de olvidarla, en un intento desesperado de darle espesor a los vapores de ayer me encerré con la esperanza de encontrarla. Me exigí tercamente silencio con la intención de expiar alguna culpa si la había y ayuné durante siete días completos. Al séptimo día de pensarla intensamente y cumplir a cabalidad con los protocolos del antiguo culto, el correo tocó mi puerta y me entregó un paquete.

Acciones y reacciones

  Para ser exactos, en mi caso particular, el pasado no es un tiempo verbal. Hace rato dejó de ser el peso de un recuerdo y se convirtió en amenaza, en una sombra que me persigue, señala mis culpas y me empuja al límite del miedo. El pasado me alcanza y viene a cobrar con intereses de mora una acción equivocada. Son vanos los numerosos intentos de resistirme, inútiles las mentiras para eludir la responsabilidad de los actos innobles que cometí. La aceptación de esta realidad es la única alternativa que me permite seguir adelante. Me está prohibido jugar al olvido a sabiendas que la oscura silueta me persigue en silencio y tenaz deforma mis huellas. Es un espectro conocido, que tuvo nombre y apellidos y una dirección y ahora se escuda en el anonimato de la calle, detrás del descuido, de años sumido en el abandono que asumió como forma de vida. Por un instante se descubre ante mí y me muestra que estoy realmente indefenso, que soy vulnerable, que no tengo ninguna posibilidad, que estoy p

Sucesos

  El mismo día que Carlos Sotillo perdió el trabajo, también perdió a su mujer, la Matilde. No alcanzó a contarle que lo habían despedido. Al entrar a su casa encontró a Matilde sentada en un sillón, descompuesta por el llanto, el rímel corrido, los hermosos ojos hinchados. Había llorado y mucho, entre sollozos alcanzó a decirle: -no podemos seguir juntos-. Carlos creció en medio de las interminables discusiones de sus padres. La pareja nunca logró divorciarse, ni siquiera separarse, aunque cada día amenazaban a los gritos con hacerlo. Se prometió así mismo no discutir jamás con su esposa por ningún motivo y lo cumplió.   Con voz apagada atinó a decir: -está bien-. Colocó las llaves del departamento sobre la mesa sin hacer ruido, dio media vuelta y cerró con cuidado la puerta al salir, no quería que el último recuerdo de su presencia fuera el desatino de la violencia.   Mientras baja en el ascensor, el hilo de la memoria le trae las estrofas de una canción. Nunca pudo recordar una canc

Terapia

  Al entrar al departamento descubro que mis hermanos y mi madre me esperan. Sin ninguna advertencia para este encuentro la  visita me resulta inesperada y sorpresiva. Al verlos, es inevitable preguntar de inmediato. ¿Quién murió? -Nadie-. -Pero tenemos que hablar-. Dijo mi hermana mayor. ¡Esto es una encerrona! Exclamé, en tono de broma, fingiendo enfado, para ocultar la sorpresa. -No-. Dijo mi hermana menor. -Es una intervención-. En tono de burla y con actitud desafiante les respondí.  -Esto es una injerencia inaceptable en mis propios asuntos, una intromisión que atenta contra mi libertad, mi autonomía y soberanía y no puedo  permitirlo-. Esta vez contestó mi hermano con la ironía y firmeza que lo caracterizan, a pesar de ser el menor de todos nosotros.  -No eres libre, ni autónomo y mucho menos soberano-. -Con 38 años vives todavía con mamá y no tienes un trabajo estable-. -No eres libre-. -Estás sujeto a las condiciones impuestas en esta casa-. -Tampoco eres soberano, porque econ