Cómplice CC
Yo conocí la muerte siendo niño. La muerte viste de negro, lleva la negra barba enmarañada, los cabellos en desorden y calza enormes zapatones sucios. La muerte cruzó la puerta del barracón en silencio y tuve tanto miedo al sentir su presencia, que corrí a esconderme.
Muerto de miedo, detrás de una montaña de leña, clavé mis ojos en sus modos.
Sacó una botella del viejo chaquetón, vació un chorro de un líquido oscuro sobre la tierra, murmuró unas palabras y bebió del pico de la botella un trago largo. La muerte caminó despacio hasta encontrar a la Berta, la chivita dejó de mordisquear hebras de hierba seca y se acercó mimosa.
La muerte puso su manaza en el cuello de la indefensa Berta. Desde mi escondite escuche a la muerte hablarle con palabras suaves, palabras de una dulzura inexplicable. Yo vi con terror a la muerte sacar despacio un largo cuchillo del chaquetón y degollarla, le hablaba en ese tono que aquieta los corazones y paralizado de miedo, o quizas, por el efecto de sus palabras guardé silencio. Yo fui cómplice de la muerte.
Cortó en presas a la Berta, las colocó sobre una bandeja de peltre y repetia: La carne es tierna cuando no se sufre al morir.
Terminado el trabajo, la muerte se marchó sosteniendo entre sus manos la piel de la Berta cuidadosamente enrollada.
Accomplice CC
I met death as a child. Death dresses in black, wears a tangled black beard, disheveled hair, and enormous dirty boots. Death crossed through the barrack door in silence, and I was so frightened upon sensing his presence that I ran to hide.
Scared to death, behind a pile of firewood, I fixed my eyes on his ways.
He pulled out a bottle from his old jacket, poured a stream of dark liquid onto the earth, muttered some words, and drank a long gulp straight from the bottle’s mouth. Death walked slowly until he found Berta, the little goat stopped nibbling strands of dry grass and approached affectionately.
Death placed his huge hand on defenseless Berta’s neck. From my hiding place, I heard death speak to her with soft words, words of inexplicable sweetness. I watched in terror as death slowly drew a long knife from his jacket and slit her throat, speaking to her in that tone that calms hearts, and paralyzed by fear, or perhaps by the effect of his words, I kept silent. I was death’s accomplice.
He cut Berta into pieces, placed them on a pewter tray, and repeated: The meat is tender when there is no suffering in death.
The work finished, death departed, holding Berta’s carefully rolled skin between his hands.
Comentarios