Sin salida

-Cuando uno está de malas, hasta los perros te mean-

Dicho popular venezolano.

 

Francisco Mogollón está amarrado a una cadena de sucesos que desgraciada e inevitablemente terminan en tropiezos, en caídas que transforman su vida en tragedia. Sus ideas acaban en calamidades, en dramas, que acompañados de conflictos le acarrean problemas cada vez mayores. En esta oportunidad, Francisco Mogollón, un hombre como tú, o como yo, aconsejado por el persistente susurro de la desesperación, decidió dar un único y efectivo paso para salir de su desgracia y hacer la diferencia entre su calamitoso presente y un futuro totalmente diferente, bajo otro cielo que lo ampare.

Una infidencia, un inocente comentario trascendió hasta los jefes, se convirtió en punto de honor de la Gerencia y Mogollón perdió el empleo. Para sobrevivir, vendió la mesa y sus cuatro sillas, luego con remordimientos le tocó el turno al sillón, más tarde a las lámparas, al televisor y sin darse cuenta, por pura necesidad, terminó vendiendo prácticamente todas sus pertenencias.

Está a unos pocos días de perder el techo y la escasa seguridad que este le otorga, no le queda otra alternativa que caminar en otra dirección, ir en contra de las reglas, incluso en contra de las leyes, total, nunca le sirvieron para avanzar y se convirtieron junto al miedo en un obstáculo. Francisco Mogollón necesita con urgencia romper el lazo que lo ata al fracaso y toma una decisión desesperada.

Ni siquiera tiene que esforzarse intentando ser original, basta con copiar alguna experiencia exitosa y ponerla en marcha, hace un esfuerzo e intenta recordar alguna escena de las muchas películas que ha visto, una idea sencilla y práctica, sin el apoyo de terceros, él como único protagonista. Las imágenes se suceden y así como aparecen las desecha, hasta que finalmente, una idea se acopla a sus mínimas posibilidades.

Durante una semana vigila una entidad bancaria, conoce la rutina y descubre el día y la hora en que el cajero cuenta  con la mayor cantidad de dinero. Ha tomado un camino diferente a sus costumbres, una dirección contraria a las enseñanzas de sus padres, se acerca al espejo y le repite a su propia imagen, la frase que servirá para cumplir su propósito:

-Tengo una bomba y la voy hacer explotar, entrégame todo el dinero que tengas-.

No tiene que hacer ningún esfuerzo, ni una mueca de más, en su rostro se ha dibujado esa fatal combinación de desesperación y pérdida absoluta de fé. Es un hombre que cayó en desgracia y  finalmente perdió la esperanza.

En una bolsa ha colocado un reloj despertador y unos artificios simulando contactos pegados con cinta adhesiva, lleva una mochila en donde piensa colocar el dinero.

Francisco Mogollón se acerca al banco, el reloj deja escuchar su ruidoso tic tac desde la bolsa, sabe que se ha acabado su tiempo, está a punto de entrar al banco y de improviso, un hombre abre la puerta, casi al azar, le da un empellón y se pierde en una calle atestada de gentes. Mogollón pierde el equilibrio, pierde la bolsa, su cabeza revienta contra el filo de la acera. Los curiosos se arremolinan frente a la puerta del banco junto a su cuerpo, alguien intenta ayudarlo, pero es inútil.

Ante este imprevisto, este insólito acontecimiento, los oficiales de seguridad no pueden trasponer las puertas del banco y el ladrón solitario que acaba de cometer el robo que Francisco Mogollón planificó, escapa con facilidad.

 

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