Otro destino incierto

 

Compró cordones de diferentes colores y con ellos trenzó sus zapatos deportivos, también, con la sana intención de contener su belleza amarró sus cabellos negros en una cola de caballo. Ser hermosa la abruma.


Intentó darle luz y color a sus pensamientos y quiso trenzarlos a la idea de futuro, a veces, su juicio se trastorna y los recuerdos no le permiten el olvido y la obligan a recorrer el pasado. Intentó enviar un mensaje desde su teléfono y con las prisas, la ansiedad, por el sentido del mensaje, o quizás, impulsada por esas fuerzas desconocidas que aprovecha el destino, se enredó en ese simple acto rutinario y equivocó el destinatario. 


Lo notó al momento de enviarlo, pero ya era tarde y se entregó con resignación a ese detalle torpe. De acuerdo a sus principios no corrigió el error, ni siquiera quiso conocer el nombre de quién recibiría la nota y despreocupadamente confió como tantas otras veces en su buena estrella.


Probó nuevamente encontrar ese pensamiento deslumbrante que se le escabulle y utilizarlo como escudo para poder salir a la calle sin el peso de la culpa, libre de esa carga agobiante, libre de un recuerdo que la hiere más allá de las palabras, absuelta de una mala acción, pero no pudo encontrar un pensamiento redentor y siguió amarrada a ese enojoso desencuentro que la mantiene entrampada en el pasado.


Los recuerdos la acorralan y nuevamente la empujan dentro de una caverna sumida en la oscuridad, a ratos iluminada por la lumbre de vetas de manganeso, en esta gruta ha intentado esconder el misterio de un error que la agobia y ella sabe que no hay una salida honesta, sabe también que es una carga que debe compartir, pero tampoco se ha asomado a su vida nadie que pueda ayudarla.

Ella no fue capaz de cruzar la puerta sin antes darse una mirada de cuerpo entero frente al espejo, ese confidente silencioso repitió su imagen con rigurosa exactitud y ella aprobó con un guiño de ojos y una sonrisa capaz de desarmar al peor de los bandidos y hacerlo arrepentirse de sus actos atroces.


Con una destreza adquirida en la práctica, sin coqueterías, colocó un par  de lentes oscuros ante sus ojos, otro de sus múltiples intentos diarios para apagar su belleza, iniciativa imprescindible, pero inútil, todo cuanto hace por pasar inadvertida termina por hacerla mucho más visible, adorable.


Apenas pone un pie en la calle, en un milésimo de segundo imperceptible, el ritmo desenfrenado de la vida cambia de inmediato y se acopla al  compás que marcan sus pasos. Ni siquiera ella nota que la cadencia de su cintura es la que impone el acento a la vida. 


Yo la encontré al final de la tarde, yo sentí al mundo detenerse y cambiar el ritmo al compás de sus pasos, yo comencé a buscarla justo después de recibir su mensaje, que me tomó por sorpresa y que luego acepté y me entregué agradecido al dictamen de su exigencia. El mensaje son seis palabras escasas que me obligan a un compromiso, un pacto al que estoy dispuesto a enfrentar con todos sus riesgos y  consecuencias.  El mensaje dice: no necesito un hombre. Quiero ¡AYUDA!


Me presenté en el límite de lo ridículo, con unas rosas amarillas que le entregué mientras dije: -recibí tu mensaje-. -Hace unos días nos presentaron y en ese momento intercambiamos nuestros números de teléfonos-.   


¿Y piensas ayudarme con estas flores? dijo. Conteniendo una sonrisa.

Decidido a ayudarla, dueño de mis actos, con el conocimiento suficiente y la entereza necesaria respondí. -En el lenguaje de las flores, en su estricta simbología, las rosas amarillas son la máxima expresión de compromiso sin condiciones, de una amistad sin intenciones ocultas, los tallos mantienen intactas las espinas para señalar que la belleza trae más dolor que satisfacción.


¿Estás seguro que es la belleza lo que me complica?

 

-Intentas esconder, cubrir, disfrazar, disimular tu belleza-. Lo que indica que te preocupa-.


Guardó silencio y jugué mi última carta, con toda intención de desarmarla. Intentando encubrir la poesía le dije.


-En el momento que nos presentaron, que estreché tu mano, una sombra espesa oscureció tus ojos claros y cerró con un tupido velo de pesado pasado el posible futuro-. -Yo estoy aquí para oírte y hacer lo que haga falta para que encuentres la gracia de la libertad-. -Vine para ejecutar incluso acciones de fuerza terribles y no pido nada a cambio-.

-Apenas recibí tu grito de ayuda me entregué a mi destino-. -Puedo asegurarte que con alegría-.


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