La inaudita decisión de Gerardo Guzmán

 A mi amiga Tigana, quien me señaló: que la tendencia de los hombres en establecer rutinas, es únicamente para poder preservar la escasa seguridad que tienen. Sienten constantemente amenazada su  seguridad.

 

El día de su octavo cumpleaños la algarabía se adueñó del patio de la casa y redujo a los adultos a la sala. Ese día apareció un tío desconocido, que desapareció de forma tan imprevista como llegó.


El tío vino sin avisar y tomado por sorpresa, al saber que era su cumpleaños, le regaló el reloj que llevaba en la muñeca. Con paciencia y terneza le enseñó a interpretar debidamente, en la esfera reluciente del reloj, el significado de las tres agujas de diferentes tamaños, que giran con aparente autonomía en la misma dirección, pero a velocidades distintas. Las agujas, en la sincronía del movimiento señalan la sucesión de los doce números formados ordenadamente en un círculo y marcan el tiempo.


El tío le dijo: -En este universo circular gravitan el presente, el pasado y el futuro y con precisión muestra el instante en que se desarrollan los acontecimientos-. 


-El tiempo es  noción de cambio, es la dimensión en donde ocurre la transformación de los objetos-. -El tiempo es una línea irreversible de infinitas situaciones en movimiento-. 


-Al ordenar la sucesión de esas múltiples variaciones fortuitas y medirlas en intervalos, podemos grabar en la memoria los innumerables eventos circunstanciales a los que somos sometidos-.


-Entre las primeras nociones del tiempo que el hombre elaboró y este reloj, han transcurrido más de 5.000 años de cambios-. -Tú decides si eres amo o esclavo del tiempo, o si por el contrario eres un hombre libre-.


A Gerardo Guzmán le fascina el regalo, decide cronometrar cada paso, mide en fracciones de segundo hasta las menores intenciones. Los hilos invisibles del tiempo lo atrapan y se convierte en esclavo de la inflexible dictadura de la exactitud. En cuarenta años de puntualidad y rigidez  ha logrado el éxito y una fortuna considerable, también ha perdido amigos, relaciones y cuenta por montones a sus enemigos. Gerardo Guzmán es un hombre puntualmente solo.


Sus costumbres, sus hábitos, cuidadosamente elaborados, los rige el cronómetro y obsesivamente cumple con estricta exactitud la rutina que se ha impuesto. Guzmán condena enérgicamente la improvisación, no concibe una vida regida por el azar. Según su criterio, los imprevistos son  distracciones que otros se permiten para incumplir con los compromisos establecidos de antemano.


La tarde del 15 de agosto, contraviniendo todos los pronósticos, súbita e inesperadamente, un aguacero impertinente lo sorprende. En el desatino del imprevisto  chubasco, corre  apresuradamente a guarecerse. Entra a un café y tropieza con unos intensos ojos negros, que despiadados y sin consideración lo fulminan, sin saber que decir, siente por primera vez en su vida el miedo atroz de cometer una imprudencia y perder con un atrevimiento, la posibilidad de no volverse a ver en esos ojos brujos, temblando de miedo, se esconde en el silencio. Es ella quien inicia la conversación y él puede finalmente respirar con alivio.


Su nombre es Tania Torres. Esta azarosa coincidencia los envuelve en un amor improbable. En la opacidad que encubren sus conversaciones, en las que veladamente se descubren, Tania afirma que el amor no es eterno, que dura apenas un año. Un año es el tiempo justo que las parejas ocupan en  instalar odiosas rutinas, intolerantes compromisos, inamovibles horarios, obstinadas ritos, insoportables reglas de estricto cumplimiento, inflexibles condiciones marcadas por relojes ajenos, que eliminan toda posibilidad a lo inesperado.  Al cumplirse esa regla y antes de que el tiempo se adueñe de  su destino ella está obligada a desaparecer, porque se niega a ser esclava de rutinas asfixiantes y se declara espíritu libre.


Gerardo Guzmán se asoma a un peligro que no sospechó, decide por amor dejar de ser esclavo del tiempo, trasponer el escaso límite que ella impone para escapar y a fuerza de actos imprevistos y sorpresas, impedir que Tania Torres desaparezca. Desde ese momento, la única puntualidad que se permite es amar a Tania desesperadamente con la prisa de los segundos desbocados. Gerardo Guzmán regala el reloj y se declara un hombre perdidamente enamorado.


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