07042020


Desde mi ventana. Al alcance de la vista.

Entre ásperas columnas de concreto, 

distingo, en un estrecho rectángulo 

de la calle Meridian:

la esquina de una bandera irreverente.

Los cristales de los edificios despiden destellos de fuego,

el calor abruma y hasta el polvo duele.

El momento es de riesgos y amenazas,

el peligro niega posibles aventuras.

Entre los vapores del alcohol y el humo de cigarrillos eternos

los temerarios huyen de la hora sin enfrentarla.

El sol agobia, el vapor martiriza, 

todos se han escondido, las ambulancias no asoman

y su clamor de  urgencia ha quedado suspendido.

No hay puente, ni alero, ni sombra, que ampare la ausencia.

La hora es desoladora.

 

 

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