Una historia cualquiera

 


Ese instante de pánico sin oportunidades, de pavor, de espanto. Ese mal momento en el que abandoné mis cabales, olvidé elementales normas de vida y torcí sin querer el futuro trazado por mi padre con su viejo astrolabio, perdí el porvenir que él avizoraba entre trópicos y equinoccios en la bóveda celeste y mi futuro quedó atrapado en una hilacha de memoria, en la esquina inconclusa de un sueño

 

Mi padre ya era viejo cuando aparecí en su vida, los astros le advirtieron mi presencia, pero él, un astrólogo oficiante, preocupado por desastres predecibles, no busca avizorar su propio futuro y se complace con mirar el tránsito y las coincidencias en el cosmos para trazar las líneas de los mapas que muy pocos, o ya nadie consulta.

 

Mi padre es un buscador de estrellas y no deseaba ese delicado oficio de padre, pero le bastó un momento con Edelmira Bustamante, para convertirse en padre responsable y preocupado y desde el mismo momento que supo de mí existencia, comenzó a mirar con mayor atención en sus nebulosas de olvidos el giro elíptico de una estrella errante que traía noticias importantes.

 

Mi padre vive en un pueblo polvoriento de marinos, aquí, la frontera la marcan las olas y el constante rumor de las aguas es el que determina el tiempo que parece detenido. En este pueblo en donde nací las horas son dictaminadas por las cambiantes mareas que tornan los humores en colores.

 

En esa orilla de la costa se corrió la voz entre marinos de piel curtida y ojos gastados en el salitre, que Carlos Quintero, mi padre, elabora mapas siderales para que no se pierdan las embarcaciones y en esos mapas se puede conocer con certeza el rumbo de las velas de un bergantín perdido.

 

Edelmira Bustamante llegó a casa de mi padre en busca de un tripulante extraviado que había dejado en su puerta un camino de promesas incumplidas, le pidió un mapa para iluminar su pobre futuro perdido y poder  encontrar ese marino descarriado. Al terminar de hablar, ahogada por su propia vehemencia, Edelmira fijó sus ojos encendidos de mulata en los alucinados ojos de mi padre. Con mayor detenimiento miró su barba blanca de capitán sin barco y encontró a su marino perdido, a su navegante de bóveda celeste, a su tripulante de nebulosas imposibles, a su propio timonel entre los designios de los astros y las puertas sin cerrojos del futuro, a su piloto que surca seguro el vasto techo sideral sin abandonar las puertas de su casa.

 

Sin saberlo, mi padre y Edelmira Bustamente tropezaron cuando la luna transitaba el cuadrante de Venus en Escorpio y en un guiño se les revolvió la sangre, ambos sintieron que faltaba cielo y sobraba mar. Ese momento de rotación errática bastó para consumirlos y ya no pudieron separarse. Luego, más tarde, aparecí en el horizonte de un mapa distinto y crecí entre líneas oscilantes, cuadrantes, circunferencias, ángulos y sextantes.

 

A mi padre se le ocurrió la peregrina idea de querer protegerme de mí sino, quiso mantenerme a salvo y ese día que me es imposible borrar de la memoria, con mi carta astral en la mano intentó detenerme, sin éxito se entregó a los designios que conocía y me advirtió con ternura: cuídate de los destellos de la luz.

 

Me sorprendió una tormenta eléctrica, se desató un furioso combate  de centellas entre nubes y apenas me alcanzó el impulso de la huida para refugiarme bajo el arco de un solar y un rayo impactó un árbol que cayó en llamas a mis pies. Me encontraron paralizado de miedo, catatónico me llevaron a mi casa y no he podido salir de mi encierro desde ese día, cercado por mi propia cobardía.

 

Al igual que mi padre, me hice navegante de horizontes abiertos y vivo  en cielos de tinta, en las tormentosas líneas de los libros.

 

 

 


Comentarios

Me quedo con :
"me hice navegante de horizontes abiertos y vivo en cielos de tinta, en las tormentosas líneas de los libros" PRECIOSO.

Un abrazo 🌼🌺

Entradas más populares de este blog

Veintisiete apuntes desordenados

Descabelladas suposiciones descubren un enigma

02262024 -96-