Encuentro afortunado, o una cita prevista

 

Cumple con un deber impostergable y frecuenta el mismo bar a diario, para cumplir esa cita recorre con pasos medidos calles que conoce de memoria, su inevitable compromiso se ha convertido en rutina y mide el tiempo en botellas de güisqui, que comparte con amigos, todos pertenecen a un  mundo bohemio, que se ha puesto de moda, y a donde concurren: artistas, fotógrafos, renombrados escritores, periodistas y también, uno que otro  abstruso intelectual. En las cercanías de ese bar, un muchacho de apenas veinte años, desde hace unos días, deambula por la calle principal con claros signos de estar perdido.   

 

Da pena verlo, tan joven y sumido en el descuido, en el abandono. Expone con crudeza un desamparo indigno, no pide ni acepta limosnas, pero camina incansable por esa calle desde la mañana hasta la noche. Es absolutamente imposible que esas dos figuras contrapuestas no se tropiecen en algún momento, el encuentro es inevitable, el destino ha previsto una cita que ambos desconocen.

 

Nuestro cultivado personaje camina con paso firme hasta el bar,  encerrado en su mundo de conocimiento, busca con afán una palabra, una palabra que ha perdido en su memoria gastada por el alcohol y las noches desperdiciadas en encuentros interminables con sus conocidos. Con insistencia rebusca esa palabra que se escurre entre los pliegues de sus recuerdos, de su vasto conocimiento. La palabra debe ser precisa para culminar una estrofa que le parece brillante y hoy esa estrofa será su estandarte en la “Cofradía de Letras Mojadas” como bautizara un amigo esas reuniones diarias en el bar. Pero no logra alcanzar la palabra que se esconde, que desaparece en el humo denso de su cigarrillo. 


Desechó por obvias: trasto, cacharro, utensilio, artefacto, artilugio. Y de pronto, a su lado, una voz aguda, sin titubear, con firmeza, dijo: Chisme. La palabra que está buscando es chisme.


Asombrado mira al joven que continúa su recorrido habitual por la calle sin detenerse. ¡Espera! -Espera un momento por favor-. Grita. Jadeando le da alcance y pregunta: -cómo supiste que busco esa palabra-.


-Por un momento creí que me hablaba-. Dijo el muchacho y continuó. -Luego, entendí que usted habla solo, o con su otro yo, con duendes, fantasmas, o sombras, pero por puro impulso irrefrenable, por costumbre, por ayudar, le entregué esa palabra que encuentro justa-.

 

Permanece junto al muchacho que es incapaz de detenerse, camina a su lado e insiste en preguntar: 


¿Quién eres?

 

-Soy huérfano, me educaron en un convento, en una construcción parecida a esa que está en la esquina, en una calle semejante a esta, con su bar imprescindible y rodeado de casas similares a estas, con puertas de dos hojas y grandes ventanales con vidrios de colores-.

 

-Me convertí en el guardián de la Biblioteca de ese convento y desde que aprendí a leer es lo único que quise hacer siempre, no abandonar los libros-.

 

-Descubrí entre los libros que leí, notas y códigos cifrados que me llevaron a un grupo de personas que se juntaban en la Biblioteca en horas poco habituales-. Los mensajes señalaban el día, la hora y los  participantes que debían presentarse a la reunión. Una noche, congregados todos,  hombres encapuchados tomaron por asalto la Biblioteca  y le prendieron fuego con todos nosotros adentro, intenté inútilmente apagar el fuego con mis manos, con mi cuerpo y no pude, hasta que me vi encerrado en un círculo de fuego, entonces, los libros cayeron de las estanterías y construyeron una especie de pasadizo por el cual pude escapar, corrí y no me detuve hasta que pisé esta calle, que es una copia de la calle en donde viví-.

 

-Yo perdí mi sombra en un incendio-. -Como diría Vallejo-.


-Escapé con vida y me convertí en humo, no supe ser guardián de aquellos libros que decidieron salvar mi vida y se convirtieron en un recuerdo de cenizas-.


Nuestro intelectual acompaña por esa calle al joven con apariencia de vagabundo. Suda, busca el aire que le falta, se ahoga un poco por el esfuerzo y sin pensar le dice al muchacho:-tengo una Biblioteca enorme y necesito un guardián, yo me la paso en este bar-. -Ven conmigo-.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Veintisiete apuntes desordenados

Descabelladas suposiciones descubren un enigma

02262024 -96-