Tengo un santo en el cielo

 


Escúchame bien Vicente, nadie, absolutamente nadie, te da algo sin esperar alguna cosa a cambio; no creo en regalos, ni en dádivas desinteresadas, te lo digo yo; que soy un buscavidas. Me he criado en la calle, en este barrio, y no he podido salir de aquí. Me ha costado un mundo seguir adelante, y sabes como ninguno que le he echao un cerro e bolas.


En este arrabal tuve mi casa, la construí yo mismo, bloque a bloque. Apuntalé las columnas con barras de metal que me fui trayendo una a una de la construcción en donde trabajé, y ni eso detuvo la fuerza del agua, que se llevó en un segundo mi esfuerzo, y hasta la ilusión que me daba vivir allí con la Carmela. Todo lo perdí con las últimas lluvias, el rancho se vino abajo con la cocina, la cama y los corotos del salón, no me quedó nada. Nosotros nos salvamos de milagro. Esa noche, antes del vendaval, de la tormenta, de la lluvia que  se llevó la casa y hasta los sueños, nos fuimos a celebrar el cumpleaños del papá de Carmela, el hombre llegó a las ochenta ruedas y baila salsa brava como los buenos. Bebimos ron puro, como le gusta al viejo. Yo le llevé una botella de Santa Teresa de Solera, ese de 1.796 y no dejamos ni una gota, se nos hizo tarde y Carmela me pidió que nos quedáramos. -No debemos tentar la suerte-. Dijo, con esa sabiduría que tienen las mujeres para lo práctico.  

 

Tú sabes Vicente, que en el barrio no te conocen después de las 11 de la noche, y cualquier culo cagao, cualquier muchacho empistolao quiere asaltarte. En la mañana, cuando llegamos a nuestra casa, encontramos a los bomberos y a los vecinos buscándonos entre los escombros, cuando nos vieron no podían creer que estuviéramos vivos.  

 

Yo tengo un santo en el cielo que me protege, les dije a todos.


A los días apareció Nicolás por el barrio, con su buen carro, ropa de marca y hasta con perfume, siempre le gustó lo bueno a Nicolás. Hacía un buen tiempo que no lo veía, se decía que tenía negocios y había triunfado en la vida.

 

Se ve que conserva algunos contactos en el barrio, porque al verme  me abrazó y me dijo:


-Hermano, tengo una casa para ti, aquí están las llaves, no necesitas nada, está equipada con todo-. -No creas que es un regalo, solucionas tu problema inmediato y me cuidas la casa, yo no vivo allí y no quiero dejarla sola, iré de vez en cuando a buscar alguna cosa,  cuando tengas donde vivir haces la mudanza, para eso estamos los amigos, para ayudarnos, para ser solidarios-.

 

Lo vi directamente a los ojos, le di las gracias, le dije que no, con la entereza de quien cree en el esfuerzo y el trabajo para enfrentar la vida que nos toca. Insistió, y me dejó este papel con la dirección y su número telefónico para que lo llamara si cambiaba de opinión.

 

Cuando le comente a Carmela, ella que nunca ha sido voluble y que no cree tampoco en regalos desinteresados me dio la fuerza para continuar con mayor esfuerzo, y enfrentar la mala hora con decisión.


Cuando te digo que tengo un santo en el cielo que me protege no es mentira, mira el periódico de hoy Vicente:


Allanada quinta número 48 en la Calle El Roble, Urbanización el Paraíso. Se encontraron armas y 50 kilos de droga de alta pureza en un sótano Detenido y puesto a la orden de los tribunales su único habitante, quien dijo no saber nada, que le cuidaba la casa a un amigo de nombre Nicolás.

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