Vacaciones en el Caribe

 


Un amigo estudioso de los astros al leer mi carta astral me dijo que estoy mal aspectado. Yo no entiendo el significado de esa expresión, ni la carga que acompaña esa afirmación, pero él me aseguró que no era nada bueno, que era como estar envuelto en una nube de energía negativa y cada paso  con el que yo intente avanzar me conducirá inevitablemente a un camino cerrado, pero que no es rígida la letra con la que escriben el futuro los astros y que es posible modificar sus designios, pero debo transmutar las malas energías y solo se logra cambiando la conducta habitual de negación por la aceptación de los eventos que en definitiva son circunstanciales, debo hacer un esfuerzo supremo por entregarme al destino trazado y de esa manera se romperá la cadena de acontecimientos que en esta época hacen mi vida miserable, son tan lamentables los sucesos que que me acontecen que dan ganas de morirse.


Precisamente cuando el sol revienta cada mañana en una explosión de alegrías incontrolables y el verano provoca iniciar un viaje para conocer  los puntos que unen al mundo con los sueños,  a mí me entran temblores de un miedo legítimo, porque en mi caso se han despertado los impedimentos y me esperan para no dejarme avanzar.


Desde que me conozco las vacaciones de verano son días fatales, ahora entiendo que los astros en esta época se alinean para enfrentarme, intento estar preparado para las situaciones que la vida me tiene cuidadosamente reservadas pero me es imposible y me sorprenden y caigo en sus trampas.


Para salvaguardar mi integridad física y psicológica intenté quedarme en el trabajo y no tomar mi habitual descanso de verano y suscribirme a la estrecha rutina de lo cotidiano y sabido, pero el sindicato obligó a la empresa a dar vacaciones colectivas y no me queda otra alternativa que aceptar resignadamente el inicio de una interminable cadena de imprevistos que me conducirán por un tortuoso sendero de complicaciones.


Entendí que no tenía escapatoria y que era el mejor momento para intentar transmutar las malas energías, decidí hacer un viaje de vacaciones pero con una pequeña diferencia en mi conducts. Esta vez conscientemente me entrego a esa condición de estar mal aspectado con los astros y acepto mi destino sin importar cuanto se empeñen los imprevistos en torcer mis caminos, estoy decidido a alterar esa condición que me señala. En en una Agencia de Viajes compro un boleto al único destino disponible en esta época. Una isla de habla inglesa en el Caribe. ¡Ideal para quien no habla inglés! Es el inicio del juego de los imponderables y lo acepto con todos los riesgos.


Reservo un taxi al aeropuerto con cuatro horas de anticipación en un intento de evitar los contratiempos, el taxi no llegó, me informaron que había tenido un accidente y que no tenían más vehículos. Resignado saqué de la maleta lo indispensable, lo metí en un morral y me subí al primer taxi que se detuvo en la calle.


Mantengo ese estado de entrega consciente sin lamentaciones y testarudo sigo adelante, es una prueba, pienso, y estoy decidido a superarla. Únicamente debo estar a la altura de mis circunstancias sin un mal gesto, aceptar cada momento con resignada voluntad es lo que me permitirá cambiar mi destino.


Llegué al aeropuerto con tiempo todavía, pero un tubo matriz se había roto y no había agua ni aire acondicionado. La cola y el calor eran infernales, soporté estos pequeños inconvenientes con resignada esperanza, había imaginado cosas peores. Al entregarme el pase de embarque se acercaron dos agentes de seguridad del aeropuerto y me exigieron que los acompañara a una revisión de rutina, los sigo en silencio.


Me he convertido en un número de las estadísticas y soy sospechoso por el único motivo de viajar con un morral y sin compañía, un hombre solo despierta enormes sospechas en estos tiempos. Me llevaron a un cuarto de interrogatorios, hicieron mil preguntas estrafalarias, revisaron decepcionados mis pocas pertenencias y finalmente me dejaron libre, pero me decomisaron el desodorante, el bloqueador solar, la espuma y la máquina de afeitar.


Luego de varias horas me llevaron a la puerta de embarque, no perdí el avión porque se retrasó. Con cierta satisfacción me entrego a cultivar la paciencia, mi objetivo es cambiar mi condición de estar mal aspectado.


Con un día de retraso y de madrugada, sin otro contratiempo me presenté en el Hotel. En un accidentado español y mucha comprensión entendí que había perdido la reservación, me explicaron que podía quedarme pero la habitación me costaría el doble por ser otra categoría.


En otras condiciones habría discutido hasta quedarme ronco, exigiría mis derechos, obligaría a la línea aérea a darme una habitación sin cargo por su retraso, pero me entregué a mi condición de estar mal aspectado, sin chistar.


Abrí la ventana del balcón y la vista me impactó. La luna iluminaba la noche, en el cielo limpio y claro habían plantado cientos de estrellas brillantes, en la cresta de las olas pintaron burbujas de plata y retozando alegres las olas desaparecen sobre las arenas doradas de una playa de sueño.


A medio ducharme corro hasta la puerta con la toalla amarrada a la cintura, alguien intenta abrir la puerta con torpeza, con gritos y patadas. Abro la puerta y entra una mujer completamente borracha que me golpea con rudeza, me insulta en un idioma completamente desconocido, evidentemente se confunde, revisa toda la habitación y al darse cuenta que estoy solo me empuja nuevamente al baño, se desnuda y se me echa encima bajo la regadera. Nuevamente voces, alguien entra a la habitación, una sombra enorme desde la puerta dispara, corre sangre en la ducha. Pido auxilio, clamo por ayuda.


En una isla del Caribe intento transmutar mi condición de estar mal aspectado por los astros, acepto con resignación mi destino y cuido en un hospital a una mujer desconocida, herida de bala en mi habitación de hotel, que me habla en ruso y me mira con dulzura. 


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