Preámbulo para un poema

 A ustedes. A todos ustedes

Reviso manuscritos de mi padre que el tiempo desvanece  entre fotografías gastadas y me señalan todos los hombres que fui y que soy bajo el amparo de mi nombre. Mi padre me mira desde el blanco y negro del registro fotográfico, desde sus diferentes edades, desde su inconfundible bigote que yo recuerdo manchado de nicotina.

Manuscritos atascados en el tiempo que yo dejé reposar en esa gaveta de olvidos entre la memoria amarilla y mis múltiples mudanzas. Papeles escritos en tinta azul con característicos trazos de estilográfica y la caligrafía de quien lleva prisa para no olvidar el ritmo que le dictan las palabras. El polvo del tiempo acumulado y el temblor de su mano apresurada convierten la lectura en un acto de adivinación.

Mis  hermanos y yo mismo los hemos manoseado muchas veces, muy pocos están fechados, mi padre no escribía para la posteridad, ni tampoco utilizaba método alguno para imprimir sentido y tono a la imagen creada -carecía de esa disciplina-. Mi padre era un hombre de impulsos, que se movía entre comas y puntos para ilustrar la intensa emoción del momento. Consagraba en metáforas sonoras y perdurables el instante que vivía más allá del humo aromático de sus incontables cigarrillos. En los textos  de mi padre el tributo del lenguaje está dedicado por entero al sentimiento. Ordeno notas inconclusas que redescubro y reconozco que estos manuscritos son nuestra herencia, la palabra nuestro legado. Mi padre era poeta.

También nos transmitió con su ejemplo, sin rigor, valores fundamentales: el culto a la palabra empeñada, la lectura a toda hora, la familia como ancla y soporte fundamentales, esa forma de estar siempre presente en la amistad, a ser honestos más allá de las carencias, a enfrentar nuestras circunstancias sin una queja, a ser originalmente nosotros y a utilizar la ironía y la risa como un arma.

Mi  padre hubiera cumplido en el mes de mayo cien años de vida, pero le faltó el aliento cuando rozó los 65 años y ahora es recuerdo. Entre esos apuntes  apresurados que descansan en esa gaveta de olvido, atascado en el fondo, entre rendijas, encontré un papel diferente al resto, un poema lo envuelve. Escritas sobre el papel seis palabras dispuestas en una sola línea, las separa un punto y parece que al azar las haya dictado, no se corresponden en orden alfabético y cada una de ellas por sí sola es la llave para una puerta cerrada, el papel y las palabras han abierto cien incógnitas. Imagino a mi padre con el eterno cigarrillo humeante enfrentado a la circunstancia de cada una de estas palabras: revelación. Baldío. Incertidumbre. Erección. Adagio. Amedrentar.

Este texto es un pretexto para copiar a mis hermanos y a la familia esparcida por el mundo, el secreto de una nota con seis palabras en apariencia inocentes que se esconden envueltas en un poema traspapelado de José Jesús Morales Espíndola, el poema dibuja con candoroso trazo a nuestra madre y retrata de cuerpo entero a nuestro padre.

Apuntes para un retrato

 

                      A Esther, devotamente.

 

Ignorada. !Inquietante belleza!

Amplia frente. Ojos tan oscuros

reflejan antigua tristeza…

 

Pulpa de fresa madura los labios

y en ellos la forma del beso se ve…

 

Suave curva que da la elegancia,

de su cuerpo moreno y sin fin…

Moderada estatura, y tan grande

que su alma no tiene confín…

 

No escriba la pluma mi verso,

si en sus ojos se enciende la luz,

-luz que entibia la sangre en mis venas-

Luz que de día y de noche ilumina

mi alma sin fe…

 

Es perfecto modelo la Amada

para el atormentado pincel

de Tolousse Lautrec…

Agosto 1961


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