La inolvidable Julia

 A mi amiga Aura:

Ella me lee con la benevolencia que envuelve el afecto de esta amistad de treinta años y que permanece intacta, a pesar de las circunstancias, las mudanzas, la distancia.


Era un amor genuino que nació en la penumbra de las cámaras de ensayo y rebotó en las invisibles fronteras de la acústica. En el círculo interior de un anillo íntimo de acordes se hizo auténtico y creció como legítima melodía.


En estricto cumplimiento de las leyes de la armonía el amor se desbordó en intensos tonos agudos, que él, ejecutante privilegiado,  logra realizar  en solos estupendos. Esos agudos desatan de inmediato una tormenta imprevista de  tonos graves, melancólicos. Las arias que tocan son clásicos conocidos, pero desde el impulso medido de los pulmones de ella, esos tonos graves suenan más profundos y se convierten en deslumbrantes ecos que iluminan la oscuridad de las cuevas. Amplificados por el amor surgen brillantes sonidos desde la guitarra, y desde el oboe resplandecen aquellas inolvidables tardes en las que se acoplaban los acordes.


Ambos enfrentan el árido territorio del pentagrama y es otra la verdad que vibra en la sala de ensayo. En esas tardes de esmerado esfuerzo ellos logran enlazar en sus miradas ansiosas la ejecución perfecta de sus instrumentos.


Él sostiene  con firmeza la guitarra acústica y ella graciosamente se lleva a sus provocadores labios el oboe y desde sus instrumentos, desde sus posiciones distantes, desde esa encrucijada inflexible que les marca el lugar donde cada tarde ejecutan las sincronías de sus destinos, convierten el horizonte  en una rapsodia de cuerdas y vientos.


Ese amor que parecía no tener fin, esa música inaudita es una referencia obligada en las interminables tertulias familiares, el recuerdo es permanente y el tiempo no logra borrar aquella silueta menuda que tantas veces lo acompaño a las animadas tardes familiares, ella vuelve a la luz, surge entre las sombras del silencio y es que no podemos olvidar a Julia.

Aquella tarde, su última tarde entre nosotros, el sol se había convertido en una estrella de agobio. La abuela apoyada en su inseparable bastón no estaba en condiciones de ir a la calle, apenas podía dar algunos pasos pesados y lentos. 


La pequeña Janis, que lleva el nombre por la inigualable Janis Joplin, de apretados rizos color crema indefinido, llegó a la familia para espantar la nostalgia de los hijos y los nietos que crecieron demasiado rápido estaba aquella tarde más inquieta que de costumbre, rascaba la puerta, corría de un lado a otro y con ladridos intermitentes anunciaba la hora de sus urgencias. Julia, movida por el impulso irrefrenable de ser útil, de ser además de novia una ayuda real, se  ofreció a pasearla y salió a la calle convencida de haberse ganado un lugar de privilegio en la casa de su novio. Ambas caminaron por la acera contentas, inocentes, contemplando las promesas de las próximas horas. 


Unas cuadras más arriba se desataron los demonios y se multiplicaron los insultos. Incapaz de contener la rabia, la mujer se bajó del auto y cerró con brutalidad la puerta. El hombre aceleró asfixiando el motor. Conduce ciego de ira, unos segundos después suena la alarma del teléfono, él acelera y revisa inconsciente la pantalla digital que se ilumina con escasas dos palabras y el mundo se le viene encima: te odio.


Enardecido acelera todavía más por calles estrechas, pierde el control, se monta en la acera, atropella a la pequeña Janis y sigue sin siquiera saber que atrás dejó a la muerte y a julia sin saber que hacer, hundida en la oscuridad. En un parpadeo Julia se ha convertido en la novia asesina. Ella no puede dejar de mirar a la indefensa Janis, rota, quebrada, muerta. Esa misma noche desaparece para siempre de la familia que la acogió como un miembro más. Todos la perdonamos y en las reuniones familiares, aún después de tantos años siempre hay algún majadero que la recuerda, no utiliza su nombre, para todos desde aquella tarde es la novia asesina. Él no la olvida, guarda silencio y esquiva las  miradas que lo señalan. 


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