La urgencia de las circunstancias

 

Espesas y tercas, las  nubes convocadas y empujadas por los vientos vienen desde todas direcciones y cercan al pueblo. Los pobladores  duermen desprevenidos en la quietud de la hora. Oscuros, los cúmulos grises y negros persisten y convergen hasta la asfixia en este pedazo de cielo. Estas masas informes de grafito cubren la iglesia, la plaza, las casas y hasta el cementerio.

Los pesados nubarrones chocan y retozan divertidos hasta la chispa estruendosa del rayo, inconfundible y zigzagueante la línea luminosa atraviesa el infinito, revienta en un eco que retumba y logra sorprenderlo. El aplomo mal disimulado se convierte en alarma y lo obliga a mirar al cielo, en un intento por descubrir las intenciones que conspiran contra su misión, contra una decisión tomada de antemano.  


Percibe entre brumas y silencios, en esta hora imprecisa en que los sueños muerden el costado y se convierten en pesadillas la amenaza de un diluvio. No puede dar un paso atrás, ni retroceder el tiempo, se quedó sin alternativas y entre otras muchas opciones, decidió que este día y de un solo golpe, se cobraría todas las afrentas, las humillaciones, las injusticias recibidas.


Parece que el cielo se confabula en contra de su acción, un grillo canta y anuncia la llegada del aguacero, caen las primeras gotas y con ellas deja su improvisado y frágil escondite, se incorpora decidido y camina en busca de su destino.


Las nubes han volcado su carga a chorros, con frecuencia los rayos iluminan un horizonte de sangre y muerte sin futuro. Sus pasos dejan de ser firmes y chapotean entre el barro, pero no se ablanda con el agua su fiero semblante de dientes apretados.


Ya está a la vista la casa de su enemigo, apenas lo separan doscientos metros, asegura en el cinto el mango del cuchillo. Por encima de la lluvia, el sonido inconfundible del río salido de madre, que amenaza con arrasar a todo un pueblo inocente, lo detiene un instante y lo obliga a pensar en un cambio de rumbo.


Sigue adelante con la firme convicción de llevar a cabo su tarea, vence dificultades inmediatas, ha llegado a esa frontera imposible que separa los hombres de los cobardes, que divide la historia entre  hazañas y fracasos, recuerdos y olvidos, esa delgada línea en la que se diluye y confunde la leyenda con la verdad.


Obligado por las circunstancias ha destituido al asesino que había encarnado momentáneamente, y lo ha sustituido en un golpe de agua por el héroe, un rayo cruza en la oscuridad, retumba apagado a lo lejos y piensa: Es otra forma de venganza.


No puede perder tiempo. Con la urgencia dictada por las circunstancias entra a la iglesia y sube al campanario, toca con insistencia a rebato, le sangran las manos, pero no se detiene hasta que el último hombre del pueblo se encuentra a salvo de la fuerza de las aguas, a salvo del río, que ha reconquistado sus orillas.


Comentarios

El detalle sorpresivo cambia los objetivos previos.✔😊

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