Encuentro entre León de Greiff y Sergio Stepanski

 Texto elaborado en base al poema de León de Greiff  -Relato de Sergio Stepanski-



Incapaz de predecir los sucesos que sobrevendrán a mi próximo paso, incrédulo y sin fe. Irresponsablemente impaciente. Con un inocente y simple impulso inconsciente tomo un cuaderno de notas que encuentro olvidado sobre una de las mesas del Café Automático, aquí me dejo las noches que invariablemente me llevan al conocido camino del fracaso.

 

Corre el mes de diciembre, a Bogotá la envuelve un viento frío que se cuela entre las calles y baja de las montañas, es una visita que viene cada año y se instala hasta febrero. Pido un Brandy y hojeo el cuaderno ajeno que acabo de tomar.

 

Hay anotaciones desordenadas, la letra precisa rompe los márgenes con apremiante urgencia, tengo dificultad para seguir el hilo trastornado y desconcertante de estas líneas, que encuentro sin sentido, códigos que desconozco, imágenes que rayan el absurdo.

 

Paso las páginas perdiendo el interés inicial, y tropiezo con una  estrofa, mejor dicho con dos, que me retratan con asombrosa precisión, esas líneas me pertenecen, yo debí escribirlas. Nunca pensé que otra persona, diferente a mí, en otro continente, pudiera sentir lo que yo vivo.

 

Desconcertado, con gran interés persigo entre las páginas el atisbo de una imagen, quizás, escondido  entre las letras encuentre al dueño del cuaderno. De esa búsqueda incesante, me saca una voz educada que intenta apagar el trueno de un tono grave y pregunta frente a mí:


¿Acaso es ese el cuaderno que perdí, que olvidé en esta mesa?

 

La sangre deja de correr por mis venas y el corazón bombea vergüenza, pena, con tanta intensidad que enciende mis grandes orejas.

 

-Disculpe mi atrevimiento, soy un indiscreto y me he tomado libertades que no me corresponden, me asomé a sus confidencias-. -Lo extraño, es que son extraordinariamente semejantes a mi vida y no soy hombre que cree en paralelos-.

 

Antes de sentarse dibuja con el grueso abrigo que lo cubre y el bastón que le sirve de apoyo, una verónica. En silencio saca una pipa  del bolsillo de su traje bárbaramente descuidado, sin quitarse la boina carga la pipa con esmero y la enciende. Mientras el humo se disipa y el aroma del tabaco invade el local  me confiesa:


-Soy colombiano, con herencia cruzada de suecos y alemanes, me vine a la capital buscándome la vida que no encontré en las calles polvorientas  de Medellín-. -Me llamo León de Greiff-.

 

Le entregué su cuaderno y dije:


-Soy español con sangre polaca, mi padre antes de irse me entregó su apellido y esta herencia indomable de fracasos continuos-. -Me llamo Sergio Stepanski-. Y continué:


-En las trincheras de la guerra enterré a mis amigos y vine a América sin esperanzas a jugarme la vida, sé de antemano que la llevo perdida sin remedio-.

 

Hablé sin detenerme y continué hablando fuera de las paredes del Café Automático, caminamos juntos por las calles de Bogotá esa madrugada. Huyendo del frío entramos a un garito, sobre la mesa se jugaba a los dados y vinieron a caer en mis manos un par de ases invitándome un lance, los tomé y grité: -juego todo lo que tengo-. Los lancé sobre el tapete verde y a voz en cuello dije: -Topo a rojo-.

 

¿Qué perdiste? Preguntó el hombre frente a mí


Intenté recordar alguna línea del cuaderno ajeno sin éxito y contesté:

-Jugué mi vida, total la llevo perdida, sin remedio-. -Todo me da lo mismo, todo me cabe en el diminuto abismo en donde se anudan mis sesos-.

 

Suena un disparo, lo último que veo son los aretes de la mulata que con gesto animal, sin un brillo de afecto en sus ojos perdidos en alcohol, acaricia al hombre con quien acabo de jugar y perder la vida.


Comentarios

Tu estilo me gusta . Si no me equivoco escribes para ti mismo y, si además alguien te lee y le gusta, entonces tu alegría es doble. A mi me gusta. ¡Nos leemos ¡

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