Una historia de familia

Para mis hermanos,

y los nietos, bisnietos

y tataranietos

de Antonio María Maita

Aparezco a media mañana a las puertas de la casa de mi madre, me presento sin cumplir ninguna etiqueta y es un alivio encontrarla y ser siempre bien recibido. No tengo la delicadeza de llamar y anunciarme, pero soy uno de sus hijos y me creo con el derecho de saltarme las formalidades.

Mi madre se alegra de verme, cumplo la tradición de pedir su bendición, un ritual que alimentamos y nos imponemos mantener intacto en cada generación. Me obliga a quedarme para el almuerzo y sin perder tiempo se mete a la cocina y conversamos mientras ella se organiza.

 Saca ollas y sartenes, enciende los fogones, abre y cierra la alacena, la nevera, y adorna con vituallas la tabla de picar. Nuestras voces atraviesan las paredes, acortamos las distancias y nos acercamos y nos ponemos al día entre preguntas y respuestas.

 Reviso su biblioteca mientras hablamos, encuentro una joya ya leída, el libro de Vicente Gerbasi: Mi padre el inmigrante. Busco una estrofa al azar y entre sus páginas descubro una fotografía, una imagen amarillenta que tercamente enfrenta decidida el olvido: un hombre joven camina de espaldas al fotógrafo por calles angostas entre una niebla espesa, va con botas de caña alta y espuelas de plata, sobre la cabeza un sombrero de ala ancha y el pecho cubierto con un poncho gris.

 Justo un instante antes del disparo de la cámara, el hombre gira la cabeza y mira al fotógrafo: El intenso brillo de una decisión irrevocable en sus ojos negros, cruza sin un rasguño entre las espinas del tiempo y queda repetido en la instantánea que lo inmortaliza, con la exactitud del segundo indetenible. La mano derecha por puro instinto se aferra a la culata del revólver, que asoma desde la funda en la cintura.

 Con la fotografía en la mano entro a la cocina y pregunto a mi madre:

-¿Quién es este hombre?-

-¡Muchacho!- Exclama.

-¡Siempre curucuteando!-

-¿Dónde la encontraste?-

-Entre las páginas de un libro-, respondo.

Ella continúa con los afanes del almuerzo y contesta:

-Ese es tu abuelo-. -Era un personaje-.

-Tu abuelo llegó a Mundo Nuevo acompañado de un hombre con una cámara fotográfica colgada del pecho, él lo presentaba como primo, pero más parecía su sombra-. -A tu abuelo lo arropaba el encanto del misterio-

-Cuando le preguntaban de donde era, respondía-

-Yo soy ciudadano del mundo-.

 -Se corrió el rumor que ambos hombres venían huyendo, que tu abuelo era hijo de un contrabandista, que operaba entre la isla de Trinidad y las costas orientales y por eso hablaba un inglés mediocre. Pero en ese pueblo eran los únicos que hablaban otro idioma-.

-Algunos afirmaban que era un aventurero, que la misma noche que emboscaron y asesinaron al padre, ellos incendiaron la casa para no dejar rastros y escaparon con todo el dinero del contrabando, que parte de esa fortuna la utilizó en comprar unas tierras y sembrar caña de azúcar y construir un trapiche para hacer papelón, que el resto del dinero lo enterró en un lugar secreto en el cerro de la Maravilla-.

-Dicen que el primo tomó esa fotografía momentos antes que se robara a tu abuela, que los cinco hermanos de ella lo persiguieron y juraron matarlo y cuando le dieron alcance, estaba frente al Jefe Civil de Úrica, que recién finalizaba el parlamento que los declaraba marido y mujer-.

 -Los cinco hombres con las armas en la mano apuntaron al techo y vaciaron los tambores de los revólveres y los escoltaron de regreso al pueblo-.

 


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