Justa Revancha


Caminan tomados de la mano por la avenida, la felicidad brilla sobre la piel de ambos, sus sueños compartidos se confunden entre las idas y venidas de la multitud que a esta hora colma las calles. La amenaza de lluvia se evapora, la tarde azul se colorea de pinceladas ocres y le entrega mayor intensidad al momento. 

Su mala costumbre lo obliga a girar la cabeza, sus ojos se pierden tras el bamboleo impresionante de unas caderas descomunales que pasan a su lado. La dulce voz que lo acompaña, el calor, el candor de la mano que entrelaza la suya, los gestos llenos de promesas no son capaces de detener ese impulso irrefrenable de su instinto.

A su lado, ella lo observó en silencio y la ira le exigió una justa revancha. Suelta su mano de inmediato, adelanta unos pasos, deja caer la cartera y con gesto inesperado dobla la cintura con la intención de levantar la cartera de la calzada, con calculado descuido su falda se levanta hasta la espalda y sus hermosas nalgas redondas y firmes, apenas cubiertas por unas brevísimas bragas verdes, quedan expuestas ante innumerables miradas golosas, también sus piernas, doradas por el sol del Caribe se convierten en centro de atención y se graban en todos los ojos que han fijado la mirada en la tarde que se desnuda. Un concierto de cornetas ensordece el pensamiento y los semáforos ya no tienen sentido, el tráfico se ha paralizado. 

Irremediablemente la perdió aquella tarde inolvidable, que se dejó dominar por el instinto, por seguir un impulso, o por la mala costumbre de observar mujeres ajenas.

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