La marca indeleble de su signo

 

Nació un treinta y uno de marzo y no supo sino hasta hoy que el destino le había reservado un lugar privilegiado en millones de corazones. Su imagen y su nombre serán compartidos en lugares que nunca visitará.

Quienes lo conocen no imaginaron jamás, que seguir con testarudo empeño la huella de su signo sería la llave de su fortuna. Tiene prohibido expresamente descubrir lo que está escrito en su destino.

Quien consulte el horóscopo y crea en lo que dice ha descreído lo que ha sido revelado de antemano. Afirma el profeta:

(Él posee las llaves de lo oculto y nadie más que Él las posee y nadie ni en el cielo ni en la tierra conoce lo oculto salvo Él)

Pero no puede escapar del dictamen de los astros, desconoce sus códigos y se deja llevar por la ventolera que empuja a los nacidos en Aries. Ese signo de fuego que lo rige y le imprime la determinación de culminar todos sus proyectos, es de espíritu impulsivo, un tanto irreflexivo, osado hasta la temeridad.

En el horóscopo árabe el puñal es su signo. El de los pioneros y de quienes se arriesgan por un ideal sin importarles las consecuencias de sus actos, los espontáneos amantes del riesgo, los que actúan por instinto y responden a lo inmediato.

Y por si fuera poco en el horóscopo chino lo representa la Rata de Fuego. Le imprime dinamismo e independencia a su conducta de líder nato, lo convierte en guía, y sobre todo, a persistir en lugar de abandonar.

Dejó el sudeste de Malí antes de cumplir la mayoría de edad, mucho antes de lo previsto. Una temeridad casi le cuesta la vida. Oye disparos y amenazas, nuevamente Boko Haram ha llegado al pueblo y corre a esconderse, sabe que secuestran a los niños para convertirlos en soldados, en asesinos. En su carrera mira a uno de los terroristas que confiado en el miedo que imponen y en la pistola que porta se ha quedado rezagado del grupo para capturar a un pequeño de apenas ocho años.

Un impulso lo domina, no mide los riesgos ni tampoco las consecuencias. Con temeridad derriba al hombre y corre con el niño a una grieta entre las piedras. Allí permanecen hasta que los hombres se marchan con su botín de niños y muchachas convertidas en esclavas.

Huyó del pueblo y siguió la pista de los miles de migrantes africanos, corrió los mismos riesgos, sufrió las mismas penas para llegar a Europa. Cruzó el desierto del Sahara, pasó días sin comer siquiera un pan, sin papeles atravesó Níger, trabajó en Libia. En dos oportunidades fracasó en el intento de llegar a Italia y lo detuvo la policía. Finalmente boga en un bote de hule con otros cientos por el mar Mediterráneo, son rescatados y llevados a las costas de Sicilia.

Hoy es domingo, llegó la primavera y él es un ilegal más en París, desea que el Liverpool gane la Champions contra el Real Madrid, pero no podrá ver el partido.

Un grupo de personas en estado de pánico grita, y otros filman con sus celulares a un niño colgando de un cuarto piso. El instinto lo impulsa, el instante lo obliga, suena la hora de su destino y con osadía trepa por los balcones, se expone a resbalar y estrellarse contra el piso, el riesgo es enorme, pero su mirada está puesta en ese niño de cuatro años que peligrosamente cuelga del balcón, le importa la vida de un inocente a quien no conoce y logra salvar.

Su gesto heroico ha quedado grabado, lo llaman el hombre araña de París, se cuentan por millones las descargas del video.

El Presidente de Francia lo recibe en el Elíseo. Ante las cámaras de televisión el Presidente hace la promesa de otorgarle la nacionalidad francesa y de incorporarlo al Cuerpo de Bomberos. Su estrella lo ilumina.


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