Un hombre singular

A la familia, para recordar al abuelo en el día del padre.

Hay hombres que son el resumen de muchas vidas. Cada paso que dan los aleja de lo que fueron y los acerca a lo que serán. Estos hombres singulares están convencidos que su única opción es seguir adelante y enderezar la carga en el camino.

Intentaré hacer el epítome de un momento en la vida de un hombre que conocí en 1918 y reúne peculiares características.

Este hombre nació bajo el signo del peligro, su padre era contrabandista. Sin nación y sin patria su padre vivía en la anomía bajo el imperio de su criterio. Su madre fue una india de la tribu warao y le fue entregada al padre junto con un chinchorro de moriche en la selva del Delta del Orinoco a cambio de unas baratijas traídas desde la vecina isla de Trinidad.

A su madre se la llevaron temprano las fiebres del pantano. En un intento por retenerla entre los vivos le administraron fuertes dosis de quinina y le recitaron durante cuatro días consecutivos y sin descanso salmodias en lengua warao, pero un mediodía, atormentada por el sol y la fiebre, se entregó finalmente a esos calores que la malaria obliga.

Al hombre lo conocí una mañana del mes de julio, venía montando una noble mula color castaño. Mucho después supe que no era un hombre de a caballo, pero estaba acostumbrado a domar al mar encabritado encaramado en frágiles embarcaciones bajo la luz vigilante de la luna, mientras acompañaba al padre en sus correrías. 

Llegó solo, con sus veinte años, su sombrero de pelo e guama, el revólver que nunca abandonaba pero que jamás vi desenfundar y el reciente recuerdo del padre asesinado.

Ninguno de estos eventos lo convirtieron en un infame  resentido. Según me dijo, dejó las arenas blancas y los roncos secretos del mar para descifrar un sueño que convertía sus noches en largos insomnios, y que cada día se convencía que el sueño guardaba el secreto de un entierro.

Lo acompañaba cierto aire de misterio y las gentes tejían  diferentes y estrambóticas historias sobre su origen, él mismo alimentaba esas habladurías con silencios medidos y frases contundentes, una vez le oí decir con humildad, sin el falso halo del histrión. -He navegado los mares bajo el amparo de distintas banderas, todas las banderas son mi bandera, soy ciudadano del mundo y librepensador sin religión-.

Acostumbraba madrugar y recorrer el pueblo vestido de punta en blanco para tomarse un café negro y cerrero, yo también madrugo y nos encontrábamos cada amanecer en la bodega de Anselmo. Tomábamos café una mañana y me comentó que había logrado interpretar el sueño.

–Tengo el presentimiento que hay un tesoro enterrado en ese cerro-. -En mi sueño una mujer sola y perdida en la montaña llora  bajo un araguaney florecido, y al caer las lágrimas brotan bastones de caña de azúcar-.

-Una mujer que llora está triste, el lugar del tesoro debe estar en el cerro tristeza, ese que está enfrente, las flores del araguaney son amarillas y debe ser el oro enterrado y quien lo encuentre tendrá que quedarse aquí, en Mundo Nuevo, comprar un terreno y sembrar caña de azúcar para que el dinero no se convierta en sal y agua-. –Anoche-. Dijo. -Me desveló otra vez el sueño y una luz azulada desde el cerro tristeza me indicó el lugar en donde está el tesoro-. -Hoy salgo a buscarlo-.

A los pocos días regresó, dijo que había encontrado el entierro, compró una hacienda, sembró caña de azúcar, construyó un trapiche y vendió papelón por todos los pueblos desde Mundo Nuevo hasta Barcelona. Durante su vida fuimos amigos. Yo no creo en sueños ni en entierros y he mantenido viva la duda de que el oro encontrado es el oro por el que asesinaron a su padre y que él se trajo en su huida, pero mi amigo mantuvo siempre la historia sin cambiar una coma.

 

Entierro

Expresión utilizada para señalar el lugar en donde se enterraba antiguamente y a falta de bancos oro y dinero. Muchas veces la  gente se moría sin avisar en donde había enterrado sus ahorros  y quien lo encontrara se convertía en legítimo dueño.  

Trapiche

Espacio dedicado a moler la caña de azúcar y cocinarla en grandes fogones alimentados con los bagazos de la misma caña de azúcar para hacer papelón, no había todavía azúcar refinada.

Punta en blanco

Expresión utilizada para denotar que vestía impecablemente.

Araguaney.

Árbol que crece en las montañas de Anzoátegui y Monagas de grandes y hermosas flores amarillas.


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