Una duda, una mentira, un recuerdo


La duda me paraliza y la mentira una herida abierta que me llena de coraje, una afrenta. Pero también es una burla. La mentira por cualquier esquina que se le mire es un acto desleal. Y ahora estoy enfrentada a la duda y a la mentira.
Muchas veces, con firmeza, juraste que no eras capaz de abandonarme y hoy estoy absolutamente sola, abandonada a mis incontables dilemas, harta de tener que tomar las decisiones que con ilusión decidimos tomar juntos, llena de rencor, no por la circunstancia de estar sola, que tampoco merezco, enfurecida por la mentira, por no cumplir tu palabra, por dejarme sin un mañana posible y sobre todo, por haber caído en la ingenua actitud de creerte.
Es cierto que necesitaba creer, pero no al punto de enceguecer y no haber sido capaz de valorar aunque fuera un segundo los imprevistos, los errores, esos detalles que nos someten al arbitrio de un destino siempre incierto.
Llegué a esta casa deshabitada y destartalada, atravesé por la carretera de polvo y piedras, que juntos recorrimos tantas veces, y como siempre, tropecé con la misma aldeana y su sonrisa de bienvenida, y su mano alada, y su ingenuo saludo grabado en el espejo.
La decisión de comprar la casa, lo recuerdo, la tomamos aquella tarde que un viento bravo nos envolvió en un remolino, y nos abrazamos sin miedo, y encontramos una forma simple de vivir. Nos entregamos a construir la alianza de nuestro futuro, cada uno de los detalles del arreglo de la casa como un símbolo, para terminar algún día sentados en mecedoras despidiendo al sol entre montañas, juntos, inseparablemente unidos.
Tantos planes y hoy deshabitada, tantas opciones y estoy desamparada, tantas posibilidades y no se me ocurre que hacer con este viejo candelabro, paralizada ante la duda. Tanto camino por recorrer juntos y me dejas en esta encrucijada, desolada.
Un relámpago en medio del silencio zigzaguea por un cielo pálido, revienta contra una nube y el trueno se hace inevitable, igual que aquella mañana.
Intransigente, el recuerdo, fiel a mi dolor, repite la escena. Un muchacho armado nos encuentra, o es el destino el que nos busca, nos amenaza sin convicción y de improviso suena una alarma y es el miedo quien dispara el arma y tú por salvarme quien se traga las balas y todas tus promesas se convirtieron en humo.

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