La mujer de Jacinto Lima

 

Jacinto Lima es un compañero de trabajo y también es mi amigo, él manifiesta con convicción y una seguridad, que certifica con evidencias, que su esposa no es de este mundo, Jacinto está convencido que su esposa tiene cualidades extraordinarias, fuera de lo común y por esa razón afirma categóricamente, sin ninguna duda al respecto, que su mujer es extraterrestre.

 

En el tono de voz de Jacinto encuentro pesadumbre y entrega. El amor, el afecto, la costumbre, vaya usted a saber cuál de esos sentimientos tan humanos lo amarran a lo imposible y le impiden abandonar a su cónyuge. Él   acepta compartir sus días con una mujer que viene de una estrella, o de un planeta diferente al nuestro, que posee cualidades excepcionales y mantiene a mi amigo bajo el rigor de un escrutinio permanente.


Jacinto Lima tiene treinta años de casado y yo en cambio, giro en la espiral incierta de relaciones ocasionales, con rupturas tempranas, que me impiden conocer a las mujeres con quienes comparto la cama, pero jamás la casa y eso, de alguna manera, no me permite saber las razones que obligan a mi colega a no separarse de su esposa.


Hoy en la mañana, al llegar a la Oficina, me extraña encontrar a Jacinto hablando solo, balbuceando incoherencias. -Mi mujer es extraterrestre, no me cabe ninguna duda-. -Tiene que ser de otro mundo-. -No hay otra explicación posible-.


Al principio me toma por sorpresa, creo que es una broma, pero compruebo con alarma que Jacinto Lima habla totalmente en serio, su certeza radica en la observación de los detalles y sustenta tan descabellado despropósito con argumentos que a él le parecen pruebas irrefutables y por lo tanto, no necesita mayores comprobaciones, es un hecho que él acepta como una verdad irrefutable, así como acepta el amor desmedido que siente por su esposa.


Jacinto comenta. -Ebrio de ignorancia y soledad cabalgué las estrellas en  busca de una compañera única y un día apareció en mi camino para alumbrar mi mundo, yo la acepto tal y como es, pero confieso, que para alguien que es un simple mortal es realmente difícil vivir con alguien excepcional-. 


-Ella y yo, de común acuerdo, pospusimos por veinticinco años nuestro matrimonio eclesiástico, nosotros somos católicos, pero al cumplir esa fecha, por razones que desconozco, mi esposa decidió renovar nuestros votos con la bendición de Dios-. -No me opuse, por supuesto, y con entusiasmo hicimos los preparativos-. -Mi mujer no me permitió mirar el traje de novia alegando costumbres y tradiciones familiares y casi me mata de un susto al verla en la puerta de la iglesia-. -El sol de esa tarde maravillosa iluminó la piel morena de su espalda desnuda, estoy seguro que todos los presentes contuvieron la respiración al verla subir los escalones, radiante, con  el vestido rojo escarlata que la ceñía y no le alcanzaba para cubrir las rodillas-. -Yo comencé a sudar frío y palidecí dentro de mi tradicional esmoquin-. -El padre que ofició la misa pidió ayuda al altísimo para no perder los ojos sobre el cuerpo de mi esposa y le tembló la voz durante todo el servicio-.


Jacinto intenta no abrumarme con los innumerables detalles que confirman su teoría y continua con una relación general de sus días, para probar que su esposa es extraterrestre-. -Mi esposa come sin reservas lo que se le antoja y no mantiene dietas, pero conserva milagrosamente la misma figura y el mismo peso del día en que la conocí-. -Ella se prohíbe dar un paso sin utilizar enormes tacones, que  contravienen las leyes de gravedad-. -Yo estoy seguro que mi esposa es única en la tierra-.

 

Jacinto, un poco perdido, continúa hablando: -Yo soy un hombre enamorado, estoy fascinado por mi mujer, únicamente tengo ojos para mirarla y no tengo miedo de reconocerlo. Me encanta observar a mi esposa en silencio mientras ella gira en su propio mundo, en algunas oportunidades la descubro extraviada mirando la luna, inmutable, en el rostro se dibuja la nostalgia de cruzar fronteras imposibles, de saltar entre las estrellas-.

 

El otro día me pidió quitar un tamo del sofá, intenté cumplir su deseo pero no logré ver la pelusa minúscula que me señalaba, ella se acercó, la tomó entre los dedos, me miró con severidad y exclamó: ¡Contigo no se puede contar para nada!

 

-Ante el reproche, que en ese momento me pareció injusto, caminé hasta la cocina-. -Yo debo tener un callo en la lengua de tanto hablar entre dientes, abrí la nevera y apenas audible pronuncié una queja sorda y ella me contestó desde el baño: ¡No es para tanto!

 

-Hace un mes me pidió pegar un adoquín suelto, te juro que yo me desbauticé buscando cual era el que estaba flojo y no pude  encontrarlo, pero tampoco me atreví a preguntarle, finalmente ella lo pegó y por  supuesto reprochó mi dejadez, mi abandono a las circunstancias y dijo con chispas en los ojos: ¡No tienes la menor iniciativa!

 

-Ayer en la mañana, justo antes de salir, me golpeé el tobillo con una de las patas de nuestra cama, con el grito de dolor, sin poder controlar mi organismo, entre los intestinos se me escurrió una pluma silenciosa, no descubrí ningún olor en ese fallo sin control, pero por precaución abrí las  ventanas, el aire fresco de esa hora temprana ventiló la habitación durante un rato y antes de venir a la Oficina cerré de nuevo las ventanas-. -Ella regresó en la noche de su trabajo y yo la esperaba con el entusiasmo de un hombre enamorado, servida la cena sobre la mesa, yo ya había olvidado el incidente de la mañana, pero apenas traspuso la puerta de la habitación salió disparada, me miró con rabia y dijo-. -Hoy dormirás solo, yo no puedo con tus cochinadas y se encerró en otra habitación-. 

 

Jacinto concluyó nuestra conversación diciendo: -No me cabe ninguna duda-. -Mi mujer tiene que ser extraterrestre-. Yo soy un hombre afortunado-.


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