Cacho en la manga -2016-

 

Armando Acuña acaba de cumplir veinte años y está de vacaciones en la hacienda de sus padres, creció en estas llanuras ordeñando vacas y arreando ganado sobre su caballo. Era un peón más, sin privilegios.


Armando conoce el comportamiento de los animales, en cambio, no termina de  entender los códigos que rigen la conducta de las personas y confunde las señales de algunas miradas, también equivoca el sentido de las palabras, porque no percibe la sutil variación del tono y el énfasis de un acento, que convierten una rotunda negativa, en afirmación velada.


Desde lejos, su hermana llama, a los gritos reclama la atención que merece por ser hermana menor, ella también viene a la casa de sus padres para las vacaciones en familia, acaba de llegar y para sorpresa de Armando, está acompañada.


Armando se les acercó a galope y obligó al animal a detenerse con un golpe de freno en sus narices, miró a su hermana y contempló por un momento a la amiga, algo en la mirada de esos ojos negros, con chispas de fuego, lo trastornó.


Obligó a su montura a dar unos pasos elegantes, logró que los cascos resonaran sobre las piedras con un inusual y rítmico: Pá cutupá pá. Pá cutupá pá y finalizó con una reverencia del animal.


Saltó de la montura, abrazó a su hermana y luego estrechó, quizás con demasiada fuerza, la mano de la amiga. En ese momento supo que su nombre era Amanda.


Espero que podamos cabalgar juntos, y si no sabes montar, yo quisiera enseñarte, dijo con la franqueza llana de muchacho de campo.


Amanda no le quitó los ojos de encima y con toda intención, tejiendo una farsa, respondió con palabras cargadas de intenciones y dijo. -Espero que me enseñes a montar, estoy segura que es diferente cuando quien monta es mujer. Las palabras quedaron rebotando en su cabeza, sin comprender la verdadera intención de la respuesta.


Armando se encontró corriendo riesgos innecesarios por una sonrisa de Amanda, ella lo sabe y cada vez exige mayores demostraciones de temeridad, en pocos días ya intercambian besos por proezas, caricias por pruebas de audacia que ella pide.


-Los toros coleados son una demostración de máximo valor y destreza, un deporte típico del llano-. Explica Armando: -los hombres montados en sus bestias, esperan tan ansiosos como sus caballos en una esquina de la manga de coleo la salida del  novillo, lo persiguen y gana quien logre tomarlo del rabo y tumbarlo-. -Las muchachas enloquecen con el riesgo de la montura, y la osadía de hacerse con el rabo-. Armando sonríe con la picardía de haber logrado más de un triunfo.


Todo el pueblo se ha volcado a la manga de coleo y ya por los parlantes llaman a los competidores. Amanda adivina la intención que anima a Armando y le grita antes de que se pierda entre el grupo de muchachos a caballo. -El novillo tiene que caer a mis pies para montarme. 


Amanda sube de inmediato a las tranqueras ayudada por su amiga, respira en el ambiente los olores únicos que el viento confunde y remueve en esta  tarde de toros coleados: bosta de vaca, miaos ácidos y carne asada en vara.


El contrapunteo del arpa, el chiquicha, chiquicha, chiquicha de las maracas, el golpe del cuatro, el joropo se detiene y se oye por los parlantes la voz de la partida, el anunció que compromete a hombres y animales en una peligrosa competencia.


¡Caaaacho en la maaaanga!


Corre el novillo asustado entre los gritos de la multitud y los relinchos de los caballos que lo persiguen, montados en sus animales, entre carajos, insultos y ocurrencias, algunos hombres intentan al maldecir ganar una mejor posición, otros juran salvar su honor en la carrera.


Con arrojo y coraje, con una intrepidez que raya en lo temerario, sin soltar las riendas del potro que monta, Armando logra agarrar el rabo de el novillo, entre el tumulto de hombres y bestias se ladea sobre la silla para tenderlo a los pies de Amanda, logra derrumbar el novillo y se oye un bramido, pero al intentar ver el rostro de la muchacha ante su proeza, Armando pierde pie y cae de la montura, siente los cascos de los caballos  sobre el torso, el peso de un mundo desconocido lo hunde en una noche interminable y pierde el conocimiento.


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