Borrón y cuenta nueva

 

Inmovilizado en esta cama de hospital me desconozco, oigo historias ajenas que se cruzan y no encuentro conexión con mi propia historia, en un minuto que se hace eterno, las líneas rotas de mi paso por la vida se bifurcan y jamás se encuentran, me abandonaron el pasado y los recuerdos. El futuro se evapora sin asidero y el presente se compone de interrogantes que me asedian y se convierten, en oscuros símbolos que me lastiman, que me hieren.


Mi vida se ha convertido en un enigma a raíz de un accidente del que no tengo memoria. Mi pasado se convirtió en una enorme página en blanco y no tengo el menor recuerdo de mi existencia. Una  mañana desperté en la cama de este hospital, las piernas inmovilizadas, la cabeza vendada, con moretones y raspaduras en los brazos, adolorido el cuerpo todo. Me espera una lenta, larga y exasperante evolución y sufro, según el diagnóstico de los doctores que me atienden, de amnesia.


Mi condición es producto de una fractura de cráneo. Los doctores suponen, que ocasionada al caer de la bicicleta en la que me desplazaba, presumen, que por la Avenida Victoria, allí me encontraron, inconsciente, al lado de una bicicleta destrozada, que asumen, me pertenece. Yo desconozco estos hechos y debo aceptar que son ciertos.


Por el tipo de heridas que observan, deducen, que mi cabeza golpeó el borde de la calzada en la caída, creen, además, que en ese momento se ocasionan las múltiples contusiones que presenta mi cuerpo y es posible, predicen, la fractura de los miembros inferiores y el cráneo.


En un intento de construir el pasado, conjeturan, que es muy probable, por los traumatismos generalizados que presenta mi cuerpo, que un auto me embistiera, especulan, que se dio a la fuga al pensar que estaba muerto.


Me desgasto en la posibilidad de descubrir en ese luminoso vacío una imagen, líneas, sombras, alguna letra, un gesto, una caricia, una mirada, un indicio menor de quien soy. Hasta ahora han sido inútiles mis intentos y permanezco al filo de la nada sin poder avanzar, sin un recuerdo que me impulse. Sin memoria para asirme, soy incapaz de saltar, de dar un paso. En este minuto me percato de la importancia de poder evocar el pasado, de tener un ayer que me permita construir el futuro.


Soy un rehén del hospital, me mantienen en observación y llevan registros detallados de los avances que presenta mi condición, yo gasto las horas en la observación de cuanto acontece a mí alrededor, esta información constituye mi pasado.


Me encuentro en una sala general con otros enfermos, la sala está cerca de la emergencia, es medianoche y me despiertan las incesantes sirenas de las ambulancias y los gritos desesperados de un hombre, que en un idioma diferente impide que lo atiendan, yo entiendo perfectamente la lengua que habla. 


La enfermera de la sala corre a prestar apoyo y le digo, con una seguridad que no deja dudas: yo puedo ayudar, llévame, mi presencia es necesaria.


La enfermera conduce la silla de ruedas, aún me es imposible caminar por mis propios medios. Entramos a la sala de emergencias que está completamente congestionada, han chocado dos autobuses, abunda la sangre y se amontonan los heridos, las acciones se complican porque uno de ellos, quizás el más comprometido, no se deja atender a pesar de estar mal herido y lucha con doctores y enfermeras para no ser sometido a ninguna intervención, es un hombre grande que pierde sangre, pero gana la partida atrincherado en un rincón, por encima de las voces y el caos generado, en perfecto alemán saludo: -gute Nacht-.


Inmediatamente la sorpresa y el silencio son los dueños del momento, el hombre me mira con ojos de asombro y un destello inigualable ilumina su rostro y borra el miedo que lo mantiene convertido en una fiera acorralada, el hombre habla atropelladamente y explica con claridad su situación. Hago una traducción rápida para los doctores y les explico que es alérgico a la penicilina y al yodo, que por esa razón se resiste a ser tratado. Expuesta su condición de riesgo permite que lo atiendan, que curen sus graves heridas, que salven su vida, sin el peligro de matarlo en el intento. 


Con este acto acabo de ganar en todo el hospital un prestigio insospechado, me permite también maquinar en silencio posibles caminos, salidas, hasta un posible futuro de éxito sin el peso del pasado.


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