Piedra Blanca

 A mi prima Coromoto Luces de Salazar y su fervor por Santo Domingo de Guzmán


En tiempos remotos y de olvido, Piedra Blanca fue un caserío de indios, un asentamiento de indios Caribe, que amenazados por el paso de un caudillo que quiso llevarlos a una guerra suicida,  abandonaron los bohíos de palma, el rancherio, los fogones y se hicieron sombra en la noche, Desaparecieron. 


Con el tiempo nuevamente se poblaron las tierras y al amparo de la democracia, Piedra Blanca se convirtió en pueblo: con iglesia y campanario y su santo patrono, Santo Domingo de Guzmán. Con plaza Bolivar y estátua, con panadería y bodega, ferretería y quincalla. Con escuelas y dispensario, con botica y bar. Y agua que sale directo de la pluma, y corriente eléctrica y teléfono. 


El cerro La Maravilla contiene los vientos que libres y sin freno atraviesan la sabana y amenazan con llevarse los techos de las casas de Piedra Blanca, el cerro también obliga al río a contener su furia y lo encausa por lechos amables y pozas profundas para bordear el pueblo, pero el nombre del cerro y del pueblo se deben a una formación natural, a un enorme disco de piedra blanca y lisa que asoma a un costado del cerro y en noches de luna llena Piedra Blanca se ilumina con dos lunas.


En los campos de Piedra Blanca se siembra caña de azúcar, en los trapiches se muelen los largos bastones dorados de caña y en vasijas enormes, de cobre y de bronce, se cocina el dulce jugo de la caña. Los fogones que sostienen el fuego para el caramelo lo alimentan los bagazos exprimidos y puestos a secar al sol, no hay desperdicio y todo es ganancia. Con grandes cucharones, el líquido oscuro y espeso, hirviendo a borbotones, se deja reposar en moldes de madera y se hacen filas de oscuros lingotes de papelón, que luego viajan desde Piedra Blanca en camiones a endulzar el país. 


Cuarenta años duró la democracia y cuarenta años se mantuvo la bonanza del pueblo, pero quiso el dictador ir a ver las dos lunas que iluminan Piedra Blanca y esa noche el cielo se cerró, una nube espesa  escondió a la luna de miradas insolentes y llovió sin descanso y no hubo un techo donde guarecerse y el dictador y su comitiva se marcharon, pero no olvida un desaire quien está acostumbrado a ser obedecido. 


Y comenzó a fallar lo que nunca falló en democracia. Se secó la pluma y faltó el agua, pero les quedó el río a las buenas gentes de Piedra Blanca, porque no le falta Dios al pobre, ni tampoco al justo. 


La electricidad llega a ratos y a golpes de corriente tan fuertes, que se perdieron las neveras, se quemaron los bombillos, se fundieron los transformadores y no hubo piedad, ni misericordia, ni tampoco quien arregle el daño. Pero tienen dos lunas los habitantes de Piedra Blanca para iluminarse y los bagazos de caña para cocinar y resisten el asedio. 


Nunca más llegó la gasolina y en los pueblos vecinos llenan los tanques de los camiones para seguir endulzando el país con sus lingotes oscuros de papelón y les quedó entonces la solidaridad para seguir adelante. 


Faltan los alimentos, porque en las carreteras sobran militares que cobran peaje y los habitantes de Piedra Blanca se mantienen con el orgullo de ser sobrevivientes. 


Un día los policías dejaron el puesto policial y no hubo resguardo para los ciudadanos, los militares se retiraron de las carreteras, pero no hubo alivio, porque en la perversidad no hay límites y el dictador en un acto criminal entregó el territorio a hombres armados, a compinches, a sus malvados aliados. 


Una luna de sangre y otra luna de tiza iluminaron la noche que los hijos de Piedra Blanca abandonaron el pueblo, ni siquiera cerraron sus casas, los zaguanes se convirtieron en túneles abiertos y al igual que hicieron sus ancestros, los Caribes, en otros tiempos, los pobladores de Piedra Blanca se convirtieron en sombra. Desaparecieron.


Yo los bendije uno por uno sin que faltara ninguno, bendije también los camiones y los caminos. Yo al igual que Bartolome de las Casas soy dominico, sigo su ejemplo y escribo esta crónica para dejar en los libros asentadas, las atrocidades que se cometen en esta ribera del Arauca vibrador, un dato más para la Corte Penal Internacional. 


Amanece, abro las  puertas de la iglesia  y espero a que entre al pueblo la narcoguerrilla y me encomiendo a Santo Domingo de Guzman, santo patrono de Piedra Blanca y fundador de la orden de los Dominicos.


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