El camino, los caminos

 A mi sobrino Andros.


Él sabe con estricto rigor que cada uno de sus actos genera incertidumbre. Sus acciones lo llevan a un nuevo camino que lo espera con la impaciencia de las aventuras por vivir. Un nuevo reto del todo desconocido, un evento extraordinario que ya no lo asombra, que es parte de su rutina y como en un juego de ajedrez, eterno y único, los hechos lo llevan a transitar por senderos desconocidos. Estos caminos son muchas veces intransigentes, otras complacientes y pocas, decididamente, amables. Debe de ser así, porque los senderos que se abren como respuesta de sus actos se encuentran bajo el yugo de la incógnita y la duda. 


Él avanza por esos caminos sin aspiraciones, sopesando a cada paso la posibilidad del triunfo y la derrota. Se niega a la posibilidad de mantenerse en un único camino y ante cada encrucijada, siempre con dudas, toma la nueva opción que se le presenta sin detenerse ante las imposiciones o los obstáculos. Intenta salvar las dificultades con argucias y artimañas que aprende a cada paso y recuerda las palabras de su padre. -Soy el hombre de las dificultades-. 


Él cree ser libre y además dueño de sus decisiones, pero la única verdad es que sigue el impulso irrefrenable de seguir adelante entre la bruma que genera lo desconocido. Fuerzas invisibles y desconocidas ordenan sus actos, como si se tratara de una prueba permanente de sus habilidades. En algunos momentos de lucidez sabe que es un peón sumiso de ese ajedrez que otros intereses, otras inteligencias, juegan en el tablero de lo ilusorio. 


Él ha negado la posibilidad de detenerse, se ha convertido en una pieza más del engranaje en el que oscila la vida, es parte de la dinámica del movimiento perenne, jamás lineal y muchas veces dual. 


Él toma la ruta que supone de menor riesgo, pero no hay seguridad, ni garantía, ni certeza alguna en el resultado de sus movimientos, descubre que cada una de sus acciones, por pequeña que esta sea, viene acompañada de una respuesta y con ella, la expresa obligación de tomar el camino que se le presenta. Crea supuestos escenarios para anticiparse a la respuesta de sus actos, pero sus malabarismos no le permiten prever la carga emocional, ni la intensidad del próximo evento a enfrentar y finalmente el resultado ni siquiera se parece a los diferentes simulacros que imagina, de esta manera, entra al círculo en movimiento, unas veces está en lo más alto y puede mirar un horizonte abierto y otras, se encuentra acorralado. La hora es peligrosa, la calle es oscura y sin salida. Desconoce la fórmula que le permitirá saltar de la rueda en donde ha quedado atrapado.  


Él sigue adelante, mantiene los ojos abiertos mientras camina entre sombras y en un giro inesperado lo asaltan, lo enfrentan las sorpresas, que inevitablemente son parte del juego, no es posible acostumbrarse a estos sobresaltos y vive en un estado de fascinación permanente. Sus pasos lo llevan una y otra vez a odiosas encrucijadas y obligado por las circunstancias resuelve las situaciones con los recursos que le otorga la improvisación, la falta de juicio lo empuja a reacciones equivocadas, pero arrepentirse no cambia los hechos y la respuesta a su error es el dolor, un dolor para el que jamás está preparado  y resignado se obliga a enfrentar los retos que sus acciones convocan. 


Él intenta la inacción como un recurso último, pero tarde comprende que la falta de acción, la inamovilidad, es también un movimiento, una forma de actuar y es inevitable la contrapartida, la respuesta a su proceder no se hace esperar y no es lo que desea, lo que espera, lo que quiere y abandona. 


Él afirma tener dudas con respecto a si es parte de un engranaje en una espiral de acciones y reacciones, o sí por el contrario, se mueve entre círculos concéntricos. Esa incógnita no la ha resuelto, como tampoco ha resuelto otras muchas y quizás no lo consiga en esta vida y se cumpla el destino de vivir de nuevo para resolver ese dilema. 


Él asegura que desde pequeño la vida le presentó mil caminos, innumerables opciones, múltiples posibilidades y con dudas, en contra a veces de su voluntad, avanzó, siguió adelante, no lo detuvo el miedo, que intentó paralizarlo en cada oportunidad y afirma que esa partida contra el miedo la ganó la confianza en saberse uno, y múltiple, y diverso, y único. 


Él cumple cincuenta años en la vorágine de los caminos y en la incertidumbre de las encrucijadas. En lo alto de una escalera y por un instante, se mira en los ojos de ella y se pierde, no podrá encontrarse jamás, pero descubre, que todo los caminos que ha tomado, las experiencias que ha vivido, los errores, los fracasos, los triunfos, únicamente han servido para poder pronunciar su nombre ante ella sin ninguna vergüenza y compartir la incertidumbre de los caminos que con estricto rigor generan sus actos, y que de ahora en adelante han de transitar juntos.  


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