Escapar a ciegas

 


El hambre es perversa; hinca sus dientes de acero envenenados en los indefensos intestinos y sorbe sin misericordia la esperanza. Los desalmados, que nunca faltan, los autócratas, los déspotas, las nuevas y revestidas dictaduras utilizan el hambre y aplastan las convicciones, acorralan hasta la sangre las certezas. Tarde, la historia reconoce  los hechos y mientras tanto, los caminos se llenan de sombras anónimas que huyen del hambre, la palabra migrante los nombra.


Victor Valdez tiene apenas venticinco años y huye despavorido, a ciegas,  del hambre y consigue escapar con las uñas. Victor no habla de las peripecias de su viaje, de la forma en que logró burlar los controles y cruzar las lineas imaginarias que dividen los paises, no cuenta cuantas ciudades atravesó para llegar a este rincon en donde fuimos arrojados por las tormentas de nuestros propios desastres huyendo del hambre. Victor no hace ningun comentario sobre su recorrido, ni tampoco el tiempo invertido en esa empresa, o sí quizás, quebrantó alguna ley obligado por las circunstancias, ni cuanto caminó, o sí por el contrario, engañó al miedo de quedar anclado para siempre en una playa desconocida, o de morir ahogado en un mar helado y se arriesgó a navegar en una frágil embarcación, la luna como brújula, como instrumento de orientación sobre aguas desconocidas, tumultuosas y siempre peligrosas.

 

Victor Valdez no hace ningun comentario y quedan abiertas las dudas, las incognitas, de sí acaso en su huida desesperada tomó un autobus, un camión, un avión que lo alejara del hambre de la que huye, o sí se le ocurrió tomar en un descuido algo que no le perteneciera, sí la ruta en esa fuga fue amable, sí le tocó dormir a la intemperie, sí tropezó con algun fusil empuñado por mano inexperta. Victor Valdez ni siquiera comenta un solo detalle del tiempo que le tomó cruzar las fronteras hasta este lugar en donde muchos otros hemos llegado igual que él, huyendo de la atroz infamia del hambre, otros, a diferencia de Victor, hablan de su épica aventura y nos cuentan con una convicción única la ficción que han elaborado para borrar los dolorosos e inconfesables detalles que es necesario mantener en el olvido, la dignidad, o lo que queda de ella, después de haber sido golpeada por el hambre, nos impide mostrar algunas heridas que enterramos, que ocultamos, que olvidamos. 


Cuando se le pregunta a Victor sobre ese aspecto de su vida, él guarda silencio por largo rato y termina diciendo: soy ave de paso. Al oirlo, yo miro el cielo limpio de amenazas y a diferencia de Victor Valdez yo quiero ser arbol y quedarme plantado en este suelo y crecer sin límites hacia un cielo distinto de horizontes abiertos, sin tener el yugo del hambre como amenaza permanente.


Victor no habla de la travesia; ni siquiera la menciona como aventura,  es un capítulo escrito, cerrado y sellado. Victor habla en cambio de situaciones, de casualidades, de como reunió las hilachas de esperanza ocultas en los rincones de sus apegos más queridos y con los destellos de futuros fugaces huyó del hambre. Victor se lamenta continuamente de la irreparable ausencia de sus afectos, de las pérdidas que el hambre causa y  reconoce que es incapaz de reconstruir su vida lejos de sus costas, de su mar, de sus montañas, de su cielo, y pretende convencernos con minuciosos detalles que el cielo de su patria es único en el mundo. 


Yo he visto a Victor caminar por las aceras de la ciudad que lo alberga y que le es desconocida; su paso es firme aunque se sabe perdido y ni siquiera el GPS de su movil le señala el probable destino que aspira. A su lado, junto a él, otros cumplen la rutina que han establecido para seguir adelante y mantienen sobre las aceras pasos y ritmos diferentes para llegar a destinos distintos, sin conocerse siguen durante un trayecto el mismo rumbo y llegado el momento, quizás en un semáforo, o en una esquina, desaparecen tan anonimos y solos como Victor, que permanece indiferente al sonido de esos pasos, de las voces que susurran confesiones a su lado en lenguas desconocidas. Victor Valdez no se detiene a observar esos rostros, ni tampoco sus ropas, como tantos otros, victor se ha convertido en una sombra sometido al arbitrio de las circunstancias y se mueve sin dejar rastro, ni huella posible. A Victor Valdez lo impulsan amenazas invisibles que lo mantienen en un estado de alerta permanente, una vigilia constante que se parece mucho al miedo.   


En su transito Victor busca con afan desmedido una franja de luz que se cuele entre las nubes, un olor familiar que la memoria reviva, el chispazo de un color que le devuelva, aunque esten rotas, las calles que tantas veces caminó y dejó atras huyendo del hambre, Victor intenta encontrar la voz de su ciudad en el eco del viento que hace remolinos en las esquinas, pero la mentira le arrebató ese sonido y finalmente convertida en tirania lo empujo a fronteras de espinas. Victor mantiene su maleta hecha en espera de una señal que le permita el regreso a un pais del que escapó huyendo del hambre, a Victor le es imposible abandonarlo del todo, porque mantiene la idea de que el país lo espera, como tambien esperan las madres a sus hijos.


A Victor Valdez y a mí nos hermana la circunstancia que nos empujó fuera de nuestra patria, pero nos diferencia un detalle. Victor dejo un país huyendo del hambre y está obligado a regresar, a morir en alguna parte de su extenso territorio. Yo, en cambio, deje el hambre atrás y me traje el país acuestas. Cada uno de mis actos es un reflejo del pais que soy y a donde voy dejo sembrada la semilla de una nación entera, porque lo mejor de mi país crece en cualquier terreno y en donde me encuentre lo represento con la dignidad de ser uno más de sus ciudadanos, que hoy andamos regados por el mundo como parias, sin un documento de ciudadania valido, pero con nuestra identidad intacta.


Comentarios

La propia identidad: Tú ya estás salvado.

Un abrazo. 😏

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