A la memoria de Algo Azul

 

Yo no la conocí, jamás supe su nombre real, ni tampoco el color de sus ojos, ni el largo de sus cabellos, ni el tono de su voz, mucho menos si su piel era de ébano o de nieve. Mi referencia es un avatar -por lo demás dudoso-. Pero puedo asegurar: que sus frases tienen esa intensidad prodigiosa capaz de dar luz a los rincones a donde la vida nos lleva.

Ella nos acompañó desde la obligada distancia impuesta por los hemisferios, mientras caminaba con dificultad sobre la nieve, yo me tostaba en los inestables médanos de la Vela de Coro.

Ella venía de ese espacio impreciso en donde los búhos se asoman a las noches en vela, atentos al cambio de humor que nos deja el paso de luna, y en una lengua rica en matices cuentan viejas historias de marineros.

Yo aparecí con el peso de mis personajes fracasados atados a la espalda, y me sorprendieron sus héroes francos, sencillos, reales. No recuerdo a ninguno aspirando líneas de nieve,  pero sus figuras dibujadas con maestría viven intensamente el drama diario de cada paso, el temor a lo desconocido, la ilusión de comprar un recuerdo.

Ella en su afán de mantener viva la palabra tejió los hilos y anudó los cabos con nudos amables, y la idea de contar historias con la esperanza de  crecer en cada historia compartida se hizo posible. Esta vez se convirtió en la vertiente de un río de tinta. Y por esos azares  hoy soy yo quien lleva adelante la tarea que ella propuso.

Esta tarde algo azulada el gatillo de la memoria se dispara y su despedida inesperada me lastima, su adiós repetido en los acordes de un Stradivarius, mi tristeza mal digerida, el amargo imprevisto  que dejé pasar inadvertido, la imagen inverosímil de una mujer custodiada por pájaros negros, que se asoma enigmática, por un instante, en la luna del viejo espejo de mis abuelos trae enredada la nostalgia de su presencia en un batir de alas.

La evoco también en estas líneas de Crónicas de Terramar: “Un hombre sin recuerdos, con los cabellos escarchados prematuramente por la nieve del tiempo, gobierna con el viento a sotavento las velas de una endeble embarcación sin destino, en un viaje sin retorno, tras el rastro plateado de peces luna, que desaparecen en un recodo de uno de los muchos cabos del archipiélago”

Y en el destello azul de esta tarde, que me mira desde un enorme ópalo con imperfecciones de nieve, se sueltan innumerables retazos de sus historias, sus textos convertidos en ofrendas, sus relatos entregados con generosa mano, que  han volado como ella, como sus pájaros negros.

Esta memoria elástica mía me lleva a líneas confusas y ya no reconozco sí esta imagen le pertenece:

En una oscura taberna de un puerto miserable cuatro marineros de rostros endurecidos, apenas alumbrados por el cabo de una vela, se beben en silencio sus miserias, están atados por cuerdas roñosas al velamen roto de sus vidas extraviadas en mares oscuros. Mientras en otra mesa, un grupo de jóvenes soldados, comandados por un cabo,  hace rato olvidaron la compostura y sin órdenes expresas, se pierden en la risa falsa del alcohol barato con el gatillo de sus armas en descanso, y afuera, entre las sombras, agazapado bajo la cara oscura de la luna, un gatillo entre la bruma pierde la paciencia mientras aguarda al último borracho para robarlo.

Espero que alguien, con mejor memoria que la mía, confirme la autoría de esta imagen.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Veintisiete apuntes desordenados

Descabelladas suposiciones descubren un enigma

02262024 -96-