El jugador
A mi hija Marilyn: para que tenga una imagen de su bisabuelo Aeropagita La primera vez que jugó perdió. La imagen regresa implacable y se asoma con frecuencia al espejo de sus días y con crueldad le muestra la única consecuencia posible de mantener su vida asociada a los giros de la fortuna, aun así, jugar se ha convertido en un impulso imposible de contener. Jugar es entrar en un torbellino de ansiedad con múltiples posibilidades. El triunfo y el fracaso repartidos en un mazo de cuarenta y ocho cartas. El cielo y el infierno a la vuelta de una ronda. El corazón se acelera. Un río se desborda y revienta las venas. El rostro permanece impasible, sin una mueca. Los ojos sin un destello miran los ases, firme la mano, con pasmosa calma empuja las fichas al centro de la mesa, echa el resto para culminar la apuesta y espera con la baraja cerrada la respuesta. Perder es caer en la fisura de un abismo, cruzar la esquina de una calle interminable ...