Noche de héroes


No soy escritora ni periodista, pero estoy obligada a contar esta historia para hacer público a un héroe anónimo de la Caracas en Estado de Sitio en la que vivimos. Estamos en el año 2014.

Carlota Estilita Mujica es mi madre, vive sola, y a sus 89 años se abstiene de cumplir con su deber democrático y no participa en manifestaciones ni tampoco en marchas. Intenta con esta actitud salvaguardar la vida. Las manifestaciones son atacadas por colectivos armados del Gobierno y también por la Guardia Nacional quienes disparan a los manifestantes sin contemplación alguna, con la desesperada aspiración de destruir la disidencia.

Inevitablemente, una y otra vez, la violencia ejercida por el Estado criminal es derrotada con ingeniosas pancartas, que medios de prensa internacionales recogen y recorren el mundo. Los letreros señalan la violenta represión, la falta de alimentos y medicinas, el cinismo de un presidente extranjero que gobierna la República, la permanente injusticia, los asesinatos.

Los manifestantes levantan con voluntad cívica consignas por la libertad de Leopoldo López, Iván Simonovis y los presos políticos, que a la fecha suman más de quinientos.

Cada noche, sin saberlo Yo, mi madre sale de su edificio y toca con toda la fuerza de su herencia Caribe la cacerola en la calle. No sale a marchar, pero cumple con su cuota en la lucha contra la dictadura y mantiene la esperanza viva.

Anoche, luego de cumplir con su deber venezolano, se percató, que con las prisas, dejó las llaves dentro de su casa, se había quedado en la calle. Mi madre decide tomar un taxi para llegar a mi casa a escasos 10 minutos y con la olla y un cucharón en la mano detuvo un taxi.

A las diez de la noche me llaman de la portería del edificio y me informan que mi madre va camino al departamento. Entro en pánico de inmediato y pregunto ¿está seguro? y el vigilante en un tono normal confirma: -la señora dijo que era su madre-.

Mi madre debe estar durmiendo pensé, pero el miedo abruma, arrincona. Vienen por mí, van a ponerme presa, Yo también, al igual que muchos manifiesto en la calle contra la dictadura. En ese momento golpean la puerta con fuerza, no utilizan la campana del timbre, se dispara el corazón, los pensamientos entran en un molino que tritura mi tranquilidad. Muerta de miedo grito. ¿Quién es?

La voz tranquila de mi madre responde: -soy tu madre-.

Entra y me pide las llaves de su casa, yo tengo un juego de llaves para casos de emergencia. Que se quedó afuera dice,  sin darme más explicaciones. Sin salir del susto le ruego que se quede, pero con la autoridad que la caracteriza contesta: -el taxi me está esperando abajo-. -Dame las llaves-. -Sabes que necesito dormir en mi casa-. La conozco y discutir es inútil, entrego las llaves y 500 bolívares, la mitad del sueldo mínimo. En Caracas, un taxi a esta hora puede costar esa cantidad. Le suplico que llame al llegar y me quedo al lado del teléfono, con la desesperación comiéndome los sesos.

Pasan 10 minutos y no llama, a la media hora llamo Yo y no responde, a los 45 minutos ya no me deben quedar cabellos en la cabeza, me los arranqué por puños después de comerme las uñas. Estoy a punto de salir corriendo a su casa. Suena el teléfono, atiendo y grito ¡MAMA! el grito debieron oírlo en el edificio del frente.

Con voz suave y calmada dice: -ya llegué hija- y continúa hablando: -al salir de tu casa encontramos una barricada y tuvimos que desviarnos, el chofer recorrió calles y callejones intentando llegar a mi casa, pero las barricadas se repetían y algunas estaban encendidas, el chofer me hablaba con seguridad y me daba valor, en ningún momento sentí miedo-. -Condujo el carro por encima de las aceras, se bajó y apartó escombros, tomó una calle en sentido contrario y en ese momento tres sombras saltaron al frente del auto impidiendo que avanzara, eran tres mujeres suplicando, llorando, rogando que las llevara a su casa en el extremo opuesto de la ciudad-. -El hombre las montó en el carro y les advirtió que tenía que dejarme a mí primero-.

Finalmente llegamos y le pregunté cuánto le debía, para mi asombro contestó: -nada señora-. -En tiempos de guerra, quienes estamos contra la dictadura debemos ser solidarios-. -Yo también quiero ser solidaria, acepta este dinero hijo. Le dije, y le entregue los 500 bolívares que me diste-. -Buenas noches hija y gracias-.

 


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