02-2020


Mi mano,
acostumbrada 
al peso de tu pecho,
sostiene extraviada
un dispositivo inteligente.
Aquí, en estas márgenes,
en estas orillas difusas
me aguardan
imágenes ajenas,
fugaces impulsos.
Imprevistos.
Aquí convergen
ríos intransigentes,
manoseadas corrientes,
que jamás se detendrán
a contemplar 
como yo lo hago:
el peso de tu aliento
el volumen de tus palabras,
o cuánto crecen tus cabellos, 
y todavía, mucho menos,
el hondo sonido 
de tus menores deseos.




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