Desde siempre
Desde antes del principio
eres mi dueña,
te pertenezco
sin condiciones.
Huracanes de humo
torbellinos de niebla,
constante la lluvia de fuegos
revienta constelaciones enteras.
Se hacen polvo las estrellas
y en estricto orden el movimiento se eterniza.
Entre cenizas ardientes,
con el impulso de firmes coordenadas
signos y códigos secretos,
impresos
en uno de mis átomos,
voy a tu encuentro,
a la inevitable cita
eslabón primero
de esta cadena interminable.
Desde siempre
eres mi dueña,
te pertenezco
sin condiciones.
Desde la remota
la olvidada era,
marcada a fuego
la delgada hilacha de memoria
sobre piedras consteladas,
voy a tu encuentro,
a beber en tus dulces aguas,
a contemplar tus campos florecidos,
a coronar tus colinas.
Desde el inicio de los tiempos,
repite el ciclo
sin error
y sin demora.
La tarde que alcanzabas los cielos
cruzados de truenos,
al borde de los abismos,
en un esfuerzo supremo
por detener tu imagen,
me levanté sobre los pies
hasta alcanzar el horizonte.
Amanecía el hombre entre dudas y asombros.
Tu rastro entonces marcó el norte
de quien vagaba libre y sin rumbo
por los inmensos valles sin dueño,
poblados de miedos.
Seguí tu señal inconfundible
con la exacta estatura del hombre
erguido al fin sobre sus plantas.
La noche no me detuvo,
a los gritos espanté la lluvia,
escapé de las trampas
y la voracidad de la muerte.
Tu silueta mi bandera y mi refugio.
Me alimentó el cansancio
y ya no tuve otra hambre
que respirar tu aliento.
La brisa,
la cómplice brisa
te señalaba.
Tu huella ahora marcó mi rumbo
y me mantuve firme hasta alcanzarte.
Desde entonces.
Desde siempre,
con la mirada al frente
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
Te protegí en cuevas
y allí te dibujé para no olvidarte,
froté piedras hasta fuego
para calentarte
y llené mis manos de sangre
para alimentarte.
Desde ese remoto entonces.
Desde siempre.
Desde la historia
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
Para nombrarte con voz nueva,
por convocarte ante el asombro
por llamarte mas allá de monosílabos,
mis gestos
se convirtieron en palabras.
Disparado en el tiempo.
Empujado por la prisa
de cerrar el circulo
y ser nuevamente uno a tu lado,
en épocas distintas
me he perdido en horizontes de engaño,
confundido tu huella
abrazado otros destinos.
En la asfixia,
en la derrota
me encuentras.
Te descubres Ángel una y mil veces.
Se enrarece entonces la sangre en mis venas
me quema el aliento,
te reconozco.
Desde el inicio de los tiempos,
repite el ciclo
sin error
y sin demora.
Desde ese instante primero.
Desde ese remoto entonces.
Desde la historia.
Desde siempre
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
eres mi dueña,
te pertenezco
sin condiciones.
Huracanes de humo
torbellinos de niebla,
constante la lluvia de fuegos
revienta constelaciones enteras.
Se hacen polvo las estrellas
y en estricto orden el movimiento se eterniza.
Entre cenizas ardientes,
con el impulso de firmes coordenadas
signos y códigos secretos,
impresos
en uno de mis átomos,
voy a tu encuentro,
a la inevitable cita
eslabón primero
de esta cadena interminable.
Desde siempre
eres mi dueña,
te pertenezco
sin condiciones.
Desde la remota
la olvidada era,
marcada a fuego
la delgada hilacha de memoria
sobre piedras consteladas,
voy a tu encuentro,
a beber en tus dulces aguas,
a contemplar tus campos florecidos,
a coronar tus colinas.
Desde el inicio de los tiempos,
repite el ciclo
sin error
y sin demora.
La tarde que alcanzabas los cielos
cruzados de truenos,
al borde de los abismos,
en un esfuerzo supremo
por detener tu imagen,
me levanté sobre los pies
hasta alcanzar el horizonte.
Amanecía el hombre entre dudas y asombros.
Tu rastro entonces marcó el norte
de quien vagaba libre y sin rumbo
por los inmensos valles sin dueño,
poblados de miedos.
Seguí tu señal inconfundible
con la exacta estatura del hombre
erguido al fin sobre sus plantas.
La noche no me detuvo,
a los gritos espanté la lluvia,
escapé de las trampas
y la voracidad de la muerte.
Tu silueta mi bandera y mi refugio.
Me alimentó el cansancio
y ya no tuve otra hambre
que respirar tu aliento.
La brisa,
la cómplice brisa
te señalaba.
Tu huella ahora marcó mi rumbo
y me mantuve firme hasta alcanzarte.
Desde entonces.
Desde siempre,
con la mirada al frente
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
Te protegí en cuevas
y allí te dibujé para no olvidarte,
froté piedras hasta fuego
para calentarte
y llené mis manos de sangre
para alimentarte.
Desde ese remoto entonces.
Desde siempre.
Desde la historia
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
Para nombrarte con voz nueva,
por convocarte ante el asombro
por llamarte mas allá de monosílabos,
mis gestos
se convirtieron en palabras.
Disparado en el tiempo.
Empujado por la prisa
de cerrar el circulo
y ser nuevamente uno a tu lado,
en épocas distintas
me he perdido en horizontes de engaño,
confundido tu huella
abrazado otros destinos.
En la asfixia,
en la derrota
me encuentras.
Te descubres Ángel una y mil veces.
Se enrarece entonces la sangre en mis venas
me quema el aliento,
te reconozco.
Desde el inicio de los tiempos,
repite el ciclo
sin error
y sin demora.
Desde ese instante primero.
Desde ese remoto entonces.
Desde la historia.
Desde siempre
te pertenezco,
eres mi dueña
sin condiciones.
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