Desde antes del principio eres mi dueña, te pertenezco sin condiciones. Huracanes de humo torbellinos de niebla, constante la lluvia de fuegos revienta constelaciones enteras. Se hacen polvo las estrellas y en estricto orden el movimiento se eterniza. Entre cenizas ardientes, con el impulso de firmes coordenadas signos y códigos secretos, impresos en uno de mis átomos, voy a tu encuentro, a la inevitable cita eslabón primero de esta cadena interminable. Desde siempre eres mi dueña, te pertenezco sin condiciones. Desde la remota la olvidada era, marcada a fuego la delgada hilacha de memoria sobre piedras consteladas, voy a tu encuentro, a beber en tus dulces aguas, a contemplar tus campos florecidos, a coronar tus colinas. Desde el inicio de los tiempos, repite el ciclo sin error y sin demora. La tarde que alcanzabas los cielos cruzados de truenos, al borde de los abismos, en un esfuerzo supremo por detener tu imagen, me levanté sobre los pies hasta alcanzar el horizont