La tarde de acero encendido

La tarde de acero encendido
amenaza lluvia de cuchillos
el viento cierra los caminos
con fuerza, casi con furia.

La lluvia,
la dulce lluvia que alguna vez
acarició tu cuerpo desnudo
y bajo su monótona canción
pasean con descaro los caracoles.

La lluvia,
la inocente lluvia
vuelve torrentes,
poderosos brazos de gigantes
enfurecidos
las quebradas.

La lluvia,
el aguacero
que hincha de luces el arcoiris
vuelve cataratas de lodo
el dulce rumor de piedras
de ríos que fueran cristalinos.

La lluvia,
la que limpia los colores
quiso borrar las mentiras,
el engaño, el fraude
y barrió con pueblos enteros.

El silencio hirió
por instantes nuestro cielo
Y creció como un árbol la esperanza.

El desatino y la mentira son más fuertes.
Y hasta el dolor quedó asombrado.

Aquellos que juraron cuidarnos
y prometieron protegernos,
hoy resguardados de la lluvia,
alimentados hasta reventar botones,
vestidos y enjoyados
con nuestros dineros
repiten con una sola voz
la mentira aprendida
en la sala situacional.

El capitalismo internacional
es el culpable, el gran culpable,
el único culpable.

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