El Triunfo

 

La imagen del triunfo la encarna un hombre que aparece radiante en la pantalla. Sus gestos calculados, su voz modulada con precisión, su porte erguido: todo en él cautiva, pero nada es natural, es el resultado de una laboriosa y extenuante tarea de representación frente al espejo. 

El traje impecable que viste logra destellos fulgurantes con la ayuda de los reflectores, y es esa imagen ensayada hasta el agotamiento, lo que repite como triunfo el lente de las cámaras, que siguen fascinadas cada uno de sus movimientos. El gesto que parece espontáneo, la medida justa de la sonrisa, la seguridad en el tono de la voz, es la suma del éxito, y por un momento, frente a las luces y las cámaras, él mismo acepta esa imagen como cierta. 

Es impresionante la afinidad que logra con la audiencia y el grado de convencimiento que su discurso rimbombante imprime. 

Yo me reconozco en los fracasos y quise conocer su secreto. En un intento de acercarme al éxito lo seguí cuando las luces se apagaron y las cámaras ya no repitieron su imagen. Seguí en silencio su figura por calles desconocidas y el triunfo se diluyó con las sombras, perdió la postura erguida y caminó sobre las calles con indolencia, igual que todos nosotros cuando volvemos descompuestos del  trabajo.

Entró a una casa modesta llena de silencios, caminó en la oscuridad hasta la pieza, encendió las luces. Lo vi colgar con sumo cuidado la imagen de sus triunfos y tirarse sobre la cama, a mirar como el techo y la vida se le vienen encima. 

Permití que la tristeza me rodeara y sufrí un poco por ese desconocido que triunfa y se muere de pena solo, 

En esa hora entendí que su éxito consiste en  la infinita capacidad de representar el triunfo. Comprendí que todos vivimos bajo los términos del fracaso, que nuestra muerte es cosa decidida, que el triunfo es  humo y ficción. Descifré la dimensión del éxito, el sentido de la vida, que no es otro que  vivir cada paso con alegría, y superar la muerte cada día.

The Triumph CC

The image of triumph is embodied by a man who appears radiant on the screen. His calculated gestures, his precisely modulated voice, his upright bearing: everything about him captivates, but nothing is natural—it’s the result of laborious and exhausting work of representation before the mirror.

The impeccable suit he wears achieves brilliant flashes with the help of the reflectors, and it’s this image rehearsed to exhaustion that the camera lens repeats as triumph, following fascinated by each of his movements. The gesture that seems spontaneous, the exact measure of the smile, the confidence in the tone of voice—this is the sum of success, and for a moment, before the lights and cameras, he himself accepts this image as true. The affinity he achieves with the audience and the degree of conviction his bombastic speech conveys is impressive.

I recognize myself in failures and wanted to know his secret. In an attempt to approach success, I followed him when the lights went out and the cameras no longer repeated his image. I silently followed his figure through unknown streets and the triumph dissolved with the shadows, he lost his upright posture and walked the streets with indolence, just like all of us when we return broken down from work.

He entered a modest house full of silences, walked in darkness to the room, turned on the lights. I saw him carefully hang up the image of his triumphs and throw himself on the bed, watching as the ceiling and life close in on him.

I allowed sadness to surround me and suffered a little for this stranger who triumphs and dies of sorrow alone.

In that hour I understood that his success consists of the infinite capacity to represent triumph. I understood that we all live under the terms of failure, that our death is a decided matter, that triumph is smoke and fiction. I deciphered the dimension of success, the meaning of life, which is nothing other than living each step with joy and overcoming death every day