La realidad en Venezuela llega a ser más inverosímil que la ficción creada por mi pobre imaginación. Las aspas del helicóptero mantienen un alternado y acompasado movimiento único que producen un monótono y persistente: tacatacatacatacata. Tacatacatacatacata. Tacatacatacatacata. Tacataca… estoy acostumbrado al sonido, pero hoy representa la desgracia y a esa contingencia no me acostumbro. En la duermevela de la madrugada, insomne, en una barraca donde espero las órdenes de mi próxima misión escribo estas líneas con miedo, estas suposiciones que parecen descabelladas, son la constante de un país que está sojuzgado y vive bajo la amenaza de la guerra asimétrica. Tacatacatacatacata. Tacatacatacatacata. Tacatacatacatacata. Tacataca… El motor encendido del helicóptero anuncia la salida. En ningún momento pretendo justificar mi deslealtad y tampoco busco justicia. La carga intangible de la culpa me censura, me acusa, murmura ofensas que definitivamente merezco y me anulan. En el ejércit
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