La intransigencia como fórmula de vida

 

Los desacuerdos lo persiguen y a duras penas logra evitar algunas pocas desavenencias antes de que se transformen en tormentas, otros conflictos crecen tenaces en accidentadas orillas y lo alcanzan sin importar la distancia, una y otra vez se topa con desastres y naufragios que parecen unidos como hermanos y lo envuelven en una espiral de violencia a la que finalmente se entrega, sucumbe y lo pierde. 

Un pequeño tropiezo abre la puerta a complejos laberintos de contrariedades que desencadenan, a un ritmo brutal, un comportamiento violento y cruel. Está siempre a un paso de un estallido de furia que asciende en la espiral incandescente de la cólera intransitable. Los intentos por pacificar su frenético arrebato son inútiles.

Esos lamentables episodios de intolerancia lo dejan exhausto, pero no puede evitarlos,  mantiene su actitud desafiante, casi delirante, cree ser el emisario de la justicia, piensa que es él quien está llamado a imponer la norma establecida y en su mano porta la fuerza para hacer cumplir el orden a toda costa.

Una vez más se encuentra sin empleo, una vez más se cumple la constante que ha marcado su vida, una vez más la contrariedad se hace presente. El jefe intentó imponer otras condiciones distintas a las establecidas, pequeños cambios sin importancia, pero que a su juicio atentaban contra el reglamento, un tropiezo menor que pudo evitar, una diferencia de opinión que lo  irritó y desató duras palabras que no supo silenciar a tiempo, que no quiso contener y su lengua implacable soltó el veneno, subió de tono sin control la voz  y el insulto atropellado se dejó oír en toda la Oficina y sirvió para despedirlo.

Asegura que siempre se han cometido injusticias contra él y se mira en un espejo distorsionado, en donde se refleja como víctima, ese mismo espejo lo convierte en un  vengador anónimo que defiende a los desamparados y no es capaz de oír razones, mucho menos consejos. 

Este hombre ha establecido su propio código, los límites de tolerancia son escasos y específicos, sus referencias son los extremos, le es imposible entender los matices, no acepta los grises, no soporta las términos medios, considera que las transversales son vías de escape inapropiados, cree ciertamente, que los más vivos aprovechan para cometer infracciones contra lo equitativo y justo y él debe enfrentar a quienes no respetan la norma, que es según su parecer, la única fórmula para poder convivir en paz en una sociedad.

Tiene una entrevista de trabajo hoy y el día se inicia con contratiempos menores. No hay agua y no pudo bañarse, ni afeitarse, ni cepillarse los dientes. Se le revuelve el salvaje dentro del traje, no puede suspender la cita  y no quiere llegar tarde. La incomodidad crece a cada paso y le entibia la sangre, con el ánimo exaltado espera el autobús que esta vez pasa sin detenerse en la parada, la rabia le da alas y corre detrás del autobús hasta darle alcance en el semáforo. Casi sin aliento por el esfuerzo, de un salto formidable entra al autobús   y suelta el insulto entrecortado. 

Sordo a la disculpa golpea con fuerza al conductor en el rostro, la magnitud del impacto hace chocar la cabeza del chofer contra la ventana y ya no responde, ni responderá jamás. Su ira irrefrenable lo lleva directamente a la cárcel acusado de homicidio.


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