Carta a mis amigos

24 de febrero

 A mis amigos, a todos mis queridos amigos, pero sobre todo, a quienes se encuentran lejos de Venezuela y viven en sus países de origen una realidad totalmente diferente a la nuestra, una realidad que se convirtió en desgracia, en tragedia, en drama.

 A mis amigos, que no logran distinguir el tamaño de nuestra catástrofe, desde esa seguridad que les brinda la democracia, con todo y sus falencias. Que no entienden, desde esas distantes fronteras geográficas, que no comprenden, parapetados detrás de barreras ideológicas, lo que significa vivir bajo una Dictadura. Dictadura, que sin descanso, las veinticuatro horas del día, durante veinte años, ha impuesto el terror a todo un país, el miedo como norma de vida.

 A mis amigos, con quienes comparto mis textos desde hace muchísimo tiempo, y en los cuales denuncio abiertamente nuestro dolor, y relato con crudeza la vida en Venezuela, y aun así, se mantienen tercamente aferrados a la mentira oficial, y están seriamente preocupados por una intervención militar extranjera. Y al igual que el Papa, les inquieta el derramamiento de sangre, han tenido que ver amigos, es imposible no haberlo visto, las imágenes en sus televisores, en sus computadores, la noticia de la violencia desatada en la frontera de este país caribeño en sus móviles. Camiones de medicinas y alimentos quemados por orden del usurpador, de indígenas asesinados.

Esas imágenes que se siguen repitiendo durante el día de hoy, reafirman lo que tantas veces les he contado. En Venezuela se vive bajo un estado de excepción, desde hace veinte años el país se desangra sin ley bajo la impunidad. Los ciudadanos hemos sido secuestrados por una banda criminal, que ostenta el poder, apoyada por un ejército de ocupación, compuesto por tropas cubanas y presos con condenas firmes. Todo documentado en las imágenes.

Amigos míos, la información ha roto las barreras, las mentiras han quedado al descubierto y por si fuera poco la crueldad de lo vivido, allí están las bizarras imágenes del tirano, que baila y celebra la victoria de sus balas contra los pechos desnudos, orgulloso de haber quemado los camiones de medicinas, de alimentos, que tanta falta hacen.

Hoy amigos míos quiero saber, si aún les preocupa la terrible invasión extranjera y sus impredecibles consecuencias, o por el contrario, les preocupa, que sigamos secuestrados, siendo asesinados a diario, violentados todos nuestros derechos, perdidos para siempre en las sombras, sin esperanzas, bajo la imposición del miedo.

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