Arturo Contreras


 

Por aquellos días Arturo Contreras ya se perfilaba distinto, pero no podíamos notarlo, porque todos nos sentíamos peculiares en aquellas gloriosas tardes, cuando tocábamos el cielo con las manos. En aquellos días las horas aún no rigen nuestro destino, desconocemos el peso de la rutina y las obligaciones, la imposición y el significado del tiempo, la carga sobre los hombros. Éramos libres y dueños de las calles.

En aquellas tardes el eco de nuestros pasos resuena en las esquinas a toda hora, un tropel de risas y gritos escandalizaba a los vecinos, un coro de voces, una bulla permanente en la cual apenas se distinguen matices diferentes: el oscuro sonido solemne como una sombra de una voz grave, o un agudo más alto, también, a veces, el extremo marcado de un acento, señal inequívoca de un país extranjero. Pequeños detalles  nos  diferencian y por extraño que parezca, esas diferencias, esos rasgos apenas percibidos en el tumulto que éramos, servían de cohesión y le otorgaban carácter a un grupo de muchachos sin líder, que daba tumbos hacia adelante, con la mirada puesta en el mañana y la clara intención de ocupar con dignidad el lugar que la vida nos asigne.

Arturo y yo participamos con entusiasmo medido en todos los juegos, en las innumerables iniciativas y travesuras del grupo, sin demostrar, porque carecemos de ellas, grandes destrezas. Ambos éramos discretos y tímidos, y quizás ese detalle nos convirtió en cercanos.

Nos reconocemos en los cultivados silencios. En los silencios encontramos el equilibrio ante el asombro de los abismos a los cuales nos acercamos desde nuestras circunstancias, con ese afán de descubrir cuanto antes los secretos ocultos de la vida, sin la punzada de vértigo que produce el miedo.

Arturo descubrió temprano el mundo en las imágenes. En los   rectángulos instantáneos, en los planos grabados de sus fotografías levantaba su mundo particular y quedaba expuesta en esos instantes fugaces la voz de una verdad que hiere, que lo identifica y lo distingue de los demás. Yo, en cambio, me encontré con las palabras y entré al laberinto de los significados, al círculo de las definiciones y quedé deslumbrado con el brillo de cobre de las manoseadas palabras.

Arturo me mostraba sus fotografías conteniendo el aliento y sin decir una palabra esperaba mis comentarios. Las imágenes muestran la intensidad de su entusiasmo y yo preguntaba: la hora de la toma, el nombre del lugar, detalles de los personajes, el motivo que lo impulsó a disparar su cámara. Con la fotografía latiendo en mis recuerdos y la economía con que siempre contestaba mis preguntas, yo escribía un relato paralelo al que contaban sus  imágenes, ilustraba desde otro ángulo vidas anónimas, espacios deshabitados.

La vida nos señaló un rumbo y ambos nos atrincheramos en la misma esquina, decididos a defender principios. Sus fotografías se convierten en un grito de auxilio y mis textos en denuncias.

Arturo Contreras cultiva capacidades innatas y logra mimetizarse en espacios prohibidos, de esa manera entra a la Central Eléctrica que se encuentra bajo régimen militar, logra tomar fotografías que por sí solas denuncian el descuido, la falta de inversión, el abandono, la incompetencia del General Director y desnudan y desmienten al tirano, que acusa una guerra cibernética, un ataque electromagnético, el disparo de un francotirador extranjero, la intervención terrorista por parte de fuerzas imperiales que oscurecen al país. Mucho más que las mentiras y el cinismo.

Las fotos se publican y dan la vuelta al mundo, pero la intransigencia tiene un brazo largo y logra torcer las leyes, la respuesta del dictador es violenta y se ensaña con el fotógrafo, allanan su casa, rompen con torpeza lo que encuentran a su paso, le roban las cámaras, le siembran evidencia y lo comprometen en un complot de sabotaje.

Yo escribo este texto en defensa de mi amigo,  lo hago público y espero con la serenidad de quien sabe lo que arriesga, que vengan a tumbar mi puerta, mis textos están resguardados en la nube al igual que las fotografías de Arturo Contreras.


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