La ilusión de los espejos -2018-

 

Desde el día que comencé a ganar un sueldo y pude  pagar mi libertad, esa efímera ilusión, esa sensación gratificante de autonomía, me permito vivir sin ninguna compañía. Vivo  solo, en un intento por evitar que alguien enturbie mi armonía.


Hasta ahora he logrado con determinación escapar del ancla del matrimonio, con cierta obstinación le huyo a ese compromiso que considero limita mis posibilidades de éxito. He pensado seriamente en mantener el estrecho margen de libertad que la soltería me permite, aprovechar sus innumerables ventajas y evadir las incontables obligaciones, las crecientes imposiciones que acompañan a una relación estable, esos deberes que se transforman inevitablemente, con el paso del tiempo, en un peso, en  una carga imposible de llevar y que genera la forzosa servidumbre a la pareja, en definitiva, la condena a la libertad. Pero los acontecimientos de las últimas horas me obligan a cambiar radicalmente esos pensamientos y a pesar de los múltiples contratiempos y las incomodidades de compartir el espacio, de ceder ante el desorden, de aceptar opiniones contrarias, de concebir otros horarios y fórmulas distintas y de modificar incluso los límites que he establecido, yo estoy decidido a encontrar una compañera para el resto de mis días y  enfrentar este camino lleno de incertidumbres que resulta ser la vida, ya que seguir solo no es una opción para mí.


Al mirarme esta mañana ante el espejo, descubrí con sorpresa, que otro rostro diferente al mío me observa, sostiene mi mirada con desafiante firmeza y ni siquiera intenta repetir mis movimientos. Doy unos pasos, me alejo, intento crear un umbral de distancia, un espacio vacío,  con la intención de que ese rostro desconocido e impertinente desaparezca, pero mis esfuerzos son inútiles, el rostro permanece en el mismo lugar, ocupando un improbable primer plano.


Mi fiel espejo, el sincero compañero, que hasta el día de hoy me ha mostrado con total fidelidad los pliegues de la piel y cada detalle de mi propia asimetría, por motivos que desconozco, rompe su lealtad, esa fidelidad que consideré eterna y se niega a repetir mi imagen. El espejo, por el contrario, con terquedad, persiste en mostrar ese rostro desconocido que se me antoja chocante, con su grueso bigote y esa chispa enfurecida y voraz de sus ojos.

Llevado por la angustia y la curiosidad, sin la intención de obtener una respuesta, le pregunto al rostro del espejo.


-¿Quién eres?


Con voz distorsionada, apenas comprensible, su respuesta es inmediata.

-Soy tu vecino-. -Un estudioso de lo arcano, de lo desconocido, estoy atrapado en una dimensión paralela y necesito  ayuda, con la urgencia que reclama seguir viviendo-.


-Entra a mi casa-. -Junto a mi cuerpo hay un libro, en la página 44 está la respuesta para traerme de regreso a esta dimensión-.

-No debes asustarte, parece que la muerte me consume, pero sigo vivo-. -Me queda poco tiempo-. -He logrado reunir la energía suficiente para meterme en tu espejo y poder hablarte-. -Cuento contigo- ¡Hermano!

La imagen desaparece y mi rostro, con todos sus defectos, llena de nuevo el espejo. Por un instante creo haber alucinado, pero la palabra hermano me conmueve y corro a la casa del vecino.


Efectivamente encuentro un cuerpo tirado en el suelo, el rostro que antes apareció en mi espejo le pertenece, junto al cuerpo está una vela encendida a punto de apagarse, un espejo y un libro cerrado. Con afán busco las instrucciones que debo seguir en la página 44 y cumplo al pie de la letra los movimientos, los gestos, repito con tono grave las palabras que aconseja y por insólito que parezca, mi vecino se incorpora y pronuncia nuevamente, conmovido, la palabra hermano y me abraza.


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