El consejo de la abuela
A las hijas de mis sobrinas, que recién comienzan a viajar en tren. Un hombre aparece en la puerta del vagón y su perfume se expande por todos los rincones, la brisa cargada de colores cogidos al vuelo y lavados en hilos de agua helada, en los desfiladeros de la montaña, ayuda a que todos perciban el olor. Los pasajeros repartidos en los asientos, con sus pertenencias ya ordenadas, respiran el aroma que despide el hombre y levantan la vista de sus asuntos para mirarlo. Ella se paraliza, hace acopio de todas las normas de comportamiento aprendidas en su casa para no sucumbir ante el nocivo deseo de mirar al desconocido. Se mantiene intacta, con la mirada fija detrás del ventanal observa el intenso ajetreo sobre la plataforma del tren. Ella considera que las despedidas son un acto íntimo y para no convertirse en testigo de los excesos de los adioses, cierra los ojos y se niega a observar las despedidas ajenas, que se repiten con terca insistencia sobre el andén. La verdad, es que m...