Las peripecias de Luis Soto

 

La semana pasada visité a mi amigo Luis Soto, cuando llegué a su casa mi amigo me recibió en un estado lamentable, Luis estaba triste y absolutamente deprimido, yo no podía reconocerlo, lucía grandes ojeras que ensombrecen aún más su mirada apagada y distante, con algunos días sin afeitar su aspecto era de abandono total.

Me sorprendió mirar a mi alrededor, tiradas sobre el piso de la sala y en completo desorden, como si se tratara de una alfombra arrugada, una impresionante cantidad de bolsas tapizaban el piso, todas provenían de un solo negocio, las identificaba el logo de la tienda por departamentos más grande de la ciudad. Los productos nuevos, sin estrenar, todavía empaquetados,  asomaban por la boca abierta de las bolsas junto con las respectivas facturas y los tramposos cupones de ofertas.

Luis y yo somos minimalistas, desde hace mucho tiempo descubrimos que no necesitamos mucho para vivir, creemos en la simplicidad y en la sencillez como forma de vida, mantenemos un comportamiento austero. Muchas personas piensan que somos avaros, pero realmente si alguna corriente nos define es el estoicismo. Poseer muchas cosas es una enorme responsabilidad para con esas cosas que adquirimos, comprar por comprar nos convierte en esclavos de las posesiones.

Con la mirada perdida en ninguna parte, derrumbándose sobre una poltrona, Luis me confesó:

-No sé lo que hago, seguramente no puedas entender este comportamiento, este giro absoluto de mis convicciones, pero te aseguro que yo compre todas estos innecesarios objetos en un momento de locura-.

-Yo fui a esta tienda a comprar un regalo para mi jefe que estaba de cumpleaños y desprevenido tropecé con los hermosos ojos de la cajera, un golpe de sus pestañas me trastornó y me enamoré-.   -En ese momento yo no tuve el valor de hablar con ella, ni siquiera se su nombre, yo solo recuerdo sus ojos que me persiguen a toda hora y se me aparecen hasta en los sueños y me llaman y me desvelan y me obligan a volver una y otra vez a la tienda solamente por el placer de volver a verme en sus ojos-.

-Utilicé mi tarjeta de crédito para comprar todos estos inútiles e innecesarios productos, que ciertamente no necesito-. -Yo me gaste una pequeña fortuna y ahora no puedo pagar estos extravagantes caprichos-.

-Mi situación es terriblemente desesperada, ella desapareció, no trabaja más en la tienda y yo he contraído irresponsablemente una deuda impagable-.

Mi amigo Luis llora desesperado con el rostro entre las manos. Yo trato de animarlo, de ayudarlo y le digo: 

-No te preocupes, buscaremos una salida, lo primero es recoger, organizar, ordenar todas estas cosas y devolverlas, la tarjeta de crédito es una guillotina-. 

-El destino juega con todos nosotros, nos envuelve en la rueda de la fortuna-. -El futuro es incierto, pero quizás sus caminos vuelvan a cruzarse alguna vez, hay que mantener la esperanza, es una delgada llama pero capaz de incendiar corazones y reunir las aguas-.

 

Mi amigo Luis me llamó hace apenas unos minutos, recuperó la seguridad, la alegría y entusiasmado me dijo:

-Gracias-. -Cuando fui a la tienda a devolver todas las cosas que había comprado vi a la muchacha de los hermosos ojos ámbar, ella había ido a recoger su último cheque de pago, ante el temor de no volver a verla jamás reuní el valor para hablarle, su nombre es Amanda y tenemos una cita para el próximo domingo-.

Mi amigo Luis está feliz y ya no tiene ninguna deuda con la tarjeta de crédito. Espero que pueda contenerse y no gaste lo que no tiene para complacer a esa locura que él llama Amanda.   


Comentarios

Finalmente todas las peripecias tienen un porqué.
Me has hecho sonreír. Un texto muy agradable. Y, quien sabe, ¡tan real!
Saludos 💚✔

Entradas más populares de este blog

Veintisiete apuntes desordenados

Descabelladas suposiciones descubren un enigma

02262024 -96-