Condiciones especiales

 


Bajo un techo ajeno y tirado en un lecho de sábanas sucias, da dolor ver convertido en pellejo y huesos a quien antes gastaba las horas en el gimnasio sobre máquinas de multifuerza y mantenía los músculos de su cuerpo definidos con el rigor de repeticiones innumerables. Da pena encontrarlo en ese estado lamentable de abandono, envuelto en el denso humo azul de un cigarrillo impenitente colgado de sus labios.


Al verlo, recordé un cuento que Julio Cortázar tituló Acefalía y me quedé mudo, temí  que mis palabras sonaran huecas, vacías, gastadas, como en el cuento de Cortazar. Prácticamente, mi amigo de siempre había perdido la cabeza.


Me quedé pegado en el piso bajo el marco de la puerta de su habitación, no pude esconder el asombro pero mantuve silencio. Al verme, me reconoció enseguida. No hizo ningún movimiento, ni siquiera un intento vano de levantarse y siguió con la mirada perdida persiguiendo un recuerdo, pero adivinó en mi rostro desesperado, en mi terco silencio,  la pregunta que no hice.


Con esa voz de galán de radio que cautiva las audiencias más disímiles y que millones de venezolanos reconocen como la voz de la libertad, con la dicción precisa y perfecta, con el tono exacto de una confesión legítima, entre la tos perniciosa, persistente y convulsa del fumador contumaz me dijo.


-Su nombre es Maigualida Montes Marcano, detrás de un beso de su boca de cundiamor me perdí y ya no puedo ni quiero encontrarme-. -Guiado por sus gestos imprecisos me interné en su piel más allá de su nombre y logré ser único, múltiple y diverso en esa montaña mágica que es ella-. -La perdí y me tiré en esta cama a esperar con brutal paciencia a la muerte-. 


-En apenas seis meses la pena me consumió, se evaporó como el humo de mis cigarrillos el fluido vital-. -Le entregué mi vida y yo me entrego a la muerte-. -Sin lamentarme espero el final de mi hora con una decisión tomada-. 


-Ella es reportera-. -Desde hace veinte años es un oficio peligroso en este país  abandonado de la gracia de Dios-. -La enviaron a cubrir una protesta de estudiantes en contra de la escasez, el desabastecimiento, la inseguridad, la mentira y corrupción del gobierno-. -Llegaron los cuerpos policiales y los parapoliciales, los motorizados de franelas rojas, esos resentidos armados, intolerantes, los marginados con salario-. -Dispararon a mansalva contra los estudiantes y ella los grabó y transmitió en vivo con lágrimas en los ojos por la impotencia, por el dolor de los muchachos caídos, por los gases de las bombas cítricas-. 


-Reportó la injusticia y allí mismo se ensañaron con ella y con el camarógrafo, destruyeron los equipos, le rompieron los dientes, la patearon en el suelo, le destrozaron el hígado, la detuvieron y abrieron un expediente judicial por incitación al odio-. -¡Cuánto cinismo!-


-Vendí, rematé y quemé todo cuanto tuve, me quedé con lo puesto-. -Con mucha maña y todo el dinero que tenía logré sacarla del país, hoy finalmente tiene asilo político y yo estoy tranquilo, pero me muero sin ella-.


-Estás a tiempo le dije-


-Hay muchas formas de combatir este régimen y si no te importa morir, ven a enfrentarlo en nombre de Maigualida y vamos a las protestas, vamos a cambiar la mentira por la verdad-. -Vamos juntos, hay un lugar para ti en la calle-.


Intentó una sonrisa y la mueca en el rostro me lastimó aún más que sus palabras.


-No tienes idea de lo perversa que es la opresión hasta que tratas con ellos-. 


-Logré sacar a Maigualida del país bajo condiciones especiales-. -Quieren mi voz-. -Esta voz que he cultivado y todos reconocen como sinónimo de justicia y verdad la quieren para convertirla en la voz del régimen, sí me niego, sí aparezco en una protesta, matan a Maigualida sin importarles en donde se encuentre, ni las leyes internacionales, ni un carajo-.


Mi única opción es morirme, el único acto de rebeldía que me es permitido es el que realizo conscientemente-. -Morirme a plazos, en silencio, sin que lo noten y no permitir que mi voz se convierta en eco de la tiranía-.


  

Nota al margen.

En su informe anual, la asociación civil Espacio Público, destaca los pormenores de 350 denuncias que reflejan un total de 579 agresiones a reporteros, ataques repartidos entre censura, agresiones físicas y verbales, intimidación, restricciones, e incluso el homicidio.


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