Testimonio


Testimonio

El 19 de abril se exhibieron desnudas las imposturas, quedaron al descubierto las falsas costuras de la bonanza en Nicaragua. Millones de ojos atónitos fueron testigos de los asesinatos de setenta y seis nicaragüenses, que inocentes levantaron como escudo insuficiente la bandera nacional.

En el 2018 ya no pudimos almacenar más temor, ni soportar las amenazas de las turbas armadas. Hemos roto finalmente con la desesperanza, con el vacío de silencio y miedo que durante años Ortega nos ha impuesto como única conducta posible.

Con motivos suficientes el pasado 19 de abril salimos a la calle y levantamos una sola voz para desconocer el abuso de una nueva ley, nos unimos en esta cívica desobediencia los ciudadanos, trabajadores, estudiantes, empresarios, campesinos. Juntos como nunca antes contra un aumento más del costo de la vida.

Apostados en la calle la Policía Nacional, la juventud sandinista y las turbas oficialistas, esos fanáticos feroces que empuñando armas defienden la ambición de Ortega de eternizarse en el poder  nos impiden el paso. Los disparos obligan la desbandada y las balas se empeñan en buscar nuestras cabezas para destrozarlas.

Con el susto pegado a la piel corro evadiendo la muerte, los gritos se multiplican, el aire es irrespirable, los ojos me arden con el humo denso de las bombas y en medio de la asfixia tropiezo con la entrada franca a un edificio, entro y subo sin aliento las escaleras hasta llegar a la azotea.

 Desde lo alto observo pasmado el desmadre. En el techo de uno de los edificios cercanos un integrante de las fuerzas especiales armado con un largo rifle apunta desde la mira telescópica y dispara al azar, la muerte llega de inmediato y derriba al portador de una bandera azul y blanca. 

El momento es único y filmo con mi celular el próximo asesinato. El francotirador apunta de nuevo, se toma el tiempo necesario y dispara, esta vez impacta a uno de ellos, a un policía, el despropósito de este acto solo es posible en una mente enferma.

Este acto inverosímil, esta orden descabellada tiene la firma de Ortega. El mismo Ortega, quien fuera acusado ante un tribunal de Managua por su hija adoptiva, Zoilaamérica Narváez, quien declaró que Ortega la sometió a continuos abusos sexuales y minó su espíritu con agresiones físicas y psicológicas desde los once años.

La acusación no prosperó y Zoilamérica se refugió en Costa Rica, la jueza que desestimó el caso y lo archivó es hoy un miembro ilustre de la Corte Suprema de justicia, la madre, que desoyó a su hija es la Vicepresidenta de Nicaragua y esposa del violador ¡Los premios de Ortega!

 En estos días Ortega ha desaparecido. Los cobardes no dan la cara. La Vicepresidenta Murillo aparece en la televisión y se inicia la comedia. El gobierno acusa a los manifestantes de la muerte del policía que yo presencié y grabé, desconoce los setenta y seis asesinatos. La imagen de Murillo da nauseas, impasible sacerdotisa del mal parece una momia reconstruida.

Desde las orejas hasta los hombros le cuelgan zarcillos de plumas coloridas. Los diez dedos de las manos pierden la natural articulación y ostentan estrambóticos anillos de plata y piedras de colores. Luce en las muñecas y ambos antebrazos pulseras de toda índole. Los pliegues flojos del cuello están cubiertos con collares de cuentas enormes. Escudada detrás de estos abalorios vemos a una madre que entregó a su hija en los brazos perversos de Ortega.

Hoy 20 de mayo en Managua, concurro ante el CIDH y declaro: Yo; Danilo Duran, desmiento a Ortega y a Murillo, soy estudiante de la Politécnica de Managua. Aquí está la grabación que confirma este relato.


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