La puerta


Se detuvo ante la puerta cerrada como quien se detiene estupefacto ante su propio cadalso. Llegó hasta aquí para cumplir con una obligación. En el mismo momento que aceptó el compromiso se arrepintió, pero en vez de enmendar ese fallo, reaccionar de inmediato y sobreponerse a la debilidad momentánea con entereza, con la confianza de tener las herramientas necesarias para construir su futuro, ella decidió buscar justificaciones para cumplir con la palabra empeñada, razonó sin convicción algunos argumentos y agregó un peso que no les corresponde, valoró y endulzó su sacrificio bajo el pretexto de actuar movida por supremos intereses y entretuvo y engañó al tiempo para retrasar lo inevitable. Pero la fecha se ha cumplido, el momento ha llegado y se encuentra paralizada delante de la puerta sin atreverse a trasponer la última frontera que la separa de sus apellidos.

Sola, en silencio, sin otro apoyo que sus convicciones, reconoce que ya no puede postergar su decisión, pone en duda la validez de los fundamentos que la impulsaron a comprometerse y ante lo inminente de ese paso forzado y sus consecuencias, en la exactitud de la balanza reconoce que ha elaborado pretextos que no la justifican.

Piensa por momentos que las circunstancias conspiran para obligarla a tomar la decisión de rodar por un camino sembrado de piedras que la esperan con sus filosas aristas y le señalan los peligros de acercarse a los abismos.

No se atreve a pensar que su paso en falso consiste en creer que el capricho es una meta, que es un logro a obtener a cualquier costo. Pero en cambio, reconoce entre las dudas que ella se ha convertido en su propio monstruo, en su torturador conveniente, en su verdugo personal, en su tirano particular.

Debe honrar el compromiso adquirido, la puerta que permanece cerrada es de  madera pulida y se interpone como un último tropiezo ante el deber de cumplir su palabra, y también le señala que primero se debe a la honestidad para con ella y no a la presión social.

Imagina al árbol en el bosque antes de convertirse en madera y ser transformado en puerta, el árbol en su estado primario, un árbol de tronco enorme y en pie, enfrentando los vendavales que intentan arrancarlo de la tierra sobre la que crece libre en busca de la luz. Por un momento se equipara con ese árbol que imagina, y no con la puerta y su artificio de engaño, que sugiere guardar discreto silencio y encerrar los secretos en un olvido precario.

No se atreve a entrar a la sala en donde la esperan, oye los alegres acordes de un acordeón y se debate entre la duda y la culpa. Recuerda a su madre y su abnegada entrega al hombre que ella decidió seguir hasta que la muerte los separe y también recuerda a su padre, y su eterna disposición de atender en todos los deseos a su esposa y su serena confesión de estar locamente enamorado de ella desde siempre. 

Frente a la puerta cerrada que le impide seguir adelante y se convierte en tabla de salvación, a sus treinta años, ella logra entender lo que su padre afirma con tanta vehemencia. Su padre es un convencido de estar sujeto a una larga cadena de muertes y nacimientos y con ese “desde siempre” pronunciado con énfasis y seguridad, quiere asegurar que la esencia que es su madre, ha sido la compañera de todas sus vidas anteriores y lo será también en las próximas hasta que logre romper la cadena, liberarse del ciclo, ser definitivamente libre y convertirse en uno. Ser al mismo tiempo el silencio y también la palabra que lo compone, la oscuridad y también la luz que hace posible las sombras.

!Zasca! Ella vino a casarse, pero reconoce que no tiene la abnegación suficiente para compartir su vida con el hombre que la espera detrás de la puerta y mucho menos está enamorada desde siempre. La puerta permanece cerrada guardando secretos, encerrando olvidos. Ella no la traspone y  sigue adelante como el árbol, dispuesta a enfrentar sola los vendavales.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Veintisiete apuntes desordenados

Descabelladas suposiciones descubren un enigma

02262024 -96-