Un héroe en la mira del odio

El titular de una noticia menor con letras en negritas, impreso un punto apenas más grueso que la historia, en un recuadro pequeño de la primera página del periódico, en el costado inferior derecho, me obliga a intentar descifrar el criterio que obliga al Editor Jefe de la sala de redacción a imponer en el último minuto, antes de correr las rotativas, la impresión de estas ocho líneas apretadas, dedicadas a quien fuera hace mucho tiempo una gloria nacional, un héroe olvidado.

Muere en accidente El Rey del Florete  

La noticia en el periódico dispara los recuerdos de veinte años atrás. Conocí a Juan Carlos Rebolledo en los Juegos Olímpicos. En esa época Yo era un itinerante corresponsal deportivo y Rebolledo me pareció un espadachín formidable, de una extraordinaria lucidez para anticipar los ataques, dotado de un cuerpo excepcional, flexible como  junco. Utilizaba esa capacidad corpórea con maestría para convertirla en destreza y de esa manera imponer el ritmo de su ataque estrambótico, sin perder la gracia ni la elegancia del deporte. Finaliza su ataque inclemente con tres golpes colosales y un remolino de muñeca, que termina con la punta del florete en la frente del oponente.

Recuerdo claramente que al lograr su primera victoria en esos Juegos Olímpicos, yo lo bauticé como El Rey del Florete y desde entonces adosado a su nombre y a sus incontables hazañas lleva ese título. Hoy se presenta también ante la muerte con el título que yo le otorgué hace más de veinte años.

Me interesó la noticia y leo: Juan Carlos Rebolledo, El Rey del florete, caminaba de regreso a su casa esta madrugada por la calle Santa  Gertrudis y desde el departamento del quinto piso, en donde reside Ricardo Maldonado, se desprendió una maceta, que lo golpeó en la cabeza y ocasionó su muerte inmediata.

Pienso en lo imprevisto de la muerte. En esta casualidad que se tomó la vida  contra un hombre que conocí. En los peligros que nos acechan detrás de cada paso. En los enemigos, En el odio, y de pronto revienta en el recuerdo el destello de unos ojos verdes encendidos, vencidos, que me hacen recordar el nombre del hombre que El Rey del Florete derrotó esa primera vez en los Juegos Olímpicos. Estoy seguro del nombre. No tengo ninguna duda, se llama Ricardo Maldonado.

Con el teléfono en la mano espero que el Editor Jefe  de la sala de prensa me atienda. Esta información debe interesarle y yo estoy dispuesto a cubrir  la información, a investigar. Las casualidades no existen.

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